Mario on tour

Crítica de Leandro Porcelli - Cinéfilo Serial

Mike Amigorena es Mario, un músico con aspiraciones artísticas que van más allá de su inestable trabajo como tributo a Sandro, con un hijo que tras el divorcio cada vez ve menos y con una urna con las cenizas de su difunta madre. En un último intento por mantenerse en la vida del pobre pibe, decide llevarlo con él en la gira que organizó su mejor amigo y manager, el Oso.

Un finde arriba de un auto en el que casi nadie quiere estar, yendo a trabajos que ninguno quiere hacer. Mario querría cantar sus temas ante otro público, el Oso preferiría ser músico y no manager, y el pequeño quisiera estar en su casa jugando a la Play. Por supuesto que al tratarse de un roadtrip, la maduración y la transición entre etapas de la vida sin dudas que juega un papel central en las temáticas de “Mario On Tour”.

Se trata del segundo trabajo del director Pablo Stigliani, una propuesta mucho más íntima y personal que su anterior trabajo. Este tipo de película fácilmente podría perder al espectador en uno de los tantos planos largos y malos diálogos que son una plaga en el mediocre cine nacional, pero por suerte no es ese el caso. Hay unas pocas secuencias que se sienten estiradas desde la dirección y el guion, después de todo es imposible no tener ningún síntoma del cine de autor argentino moderno, pero más allá de eso nos encontramos ante una obra que mantiene la atención y cierto nivel de entretenimiento desde el momento en que se suben al auto.

En una película de viaje sobre las relaciones de un grupo de personajes, el diálogo y las actuaciones son donde inevitablemente se apoya todo el proyecto. Hay unos cuantos momentos en los que las conversaciones y las interpretaciones no terminan de hacer click, pero la química y la producción detrás de cámara logran disminuir bastante el impacto que podría tener en el film. A pesar de cualquier detalle, uno terminaba cada escena esperando qué traería la siguiente en lugar de enganchado con los problemas que trajo la anterior.

Termina siendo una grata, aunque medida sorpresa. La dirección y el montaje permiten esquivar todo posible bache y llevar una simple pero entretenida historia a buen puerto.