Marilyn

Crítica de Marcela Barbaro - Subjetiva

“Marilyn”, de Martín Rodríguez Redondo
Por Marcela Barbaro

Luego de recorrer con éxito grandes Festivales, llega a las salas Marilyn, ópera prima de Martín Rodríguez Redondo (aquí la entrevista al director durante el Festival de San Sebastián). La película ofrece un crudo relato, basado en hechos reales, sobre la identidad sexual, el sometimiento y el peso de las presiones sociales.

Marcos (Walter Rodríguez) tiene diecisiete años, es peón de campo, y vive con su familia dentro de una estancia donde trabajan como puesteros. Es el único que estudia, que aprendió a coser y ayuda en su casa. Tiene una buena relación con su padre (Germán de Silva, talentoso actor), pero no así, con su hermano (Ignacio Giménez) y su madre (la actriz chilena, Catalina Saavedra), quienes lo juzgan y discriminan por sus gustos afeminados. Marcos se refugia en su única amiga, con quien logra ser auténtico. Sin embargo, sentirse libre en un pueblo conservador y machista, lo lleva a ser objeto de burlas constantes y de vejaciones de parte de unos adolescentes que lo apodan “Marilyn”. En un clima de constante opresión y hostilidad, Marcos intentará, a pesar de las consecuencias, ir en busca de libertad y reconocimiento.

Con pocos diálogos y muestras de un realismo contundente, el realizador evita los matices y eufemismos, para narrar una historia dramática inspirada en la vida de Marcelo Berlusconi, apodado Marilyn, quien actualmente cumple cadena perpetua en una cárcel provincial.

Bajo un relato intimista, las imágenes traducen el conflicto interno del joven en relación a su subjetividad, al mandato social y familiar, como al entorno adverso, que lo excluye. La mirada cercana sobre los actos cotidianos y el desamor, permite que las acciones fluyan con una tensión latente que irá in crescendo ante las presiones psicológicas sobre el protagonista.

Si hay un rasgo que caracteriza a los personajes de Marilyn es su situación de acorralamiento. No sólo desde su condición de clase, sino a nivel económico, social y sexual. Todos son “sujetos sujetados” como aludía Michael Foucault, en virtud a la relación de dominio y atadura que ejerce el poder institucional y social sobre ellos. Ese control, que genera dependencia y sumisión, les resta libertad, autonomismo y posibilidades de ser lo que sienten, principalmente Marcos. Sólo en la escena de carnaval, lo vemos disfrutar a pleno de la música y el baile, mientras libera su cuerpo y expone el deseo de su sexualidad temprana en cada movimiento.

Acompañado de un buen elenco, el debut protagónico del actor Walter Rodríguez, se destaca por la naturalidad y entrega a su personaje. Un rol, que describe esa transformación interna, que él mismo vivenció en su vida privada. Su rostro en primer plano expresa la impotencia de lo que calla y, también, de lo que desea y ha perdido, como vemos hacia el final. Un desenlace demasiado sorpresivo, en función del ritmo narrativo que se venía sosteniendo.

La exhibición de Marilyn cosechó números premios. Fue elegida Mejor película de ficción en el Festival Aviv Internacional LCBT de Tel Aviv; Mejor largometraje en el Festival de Cine Queer, Lisboa 22; Mejor Película y Mejor Actor – Walter Rodríguez, en el Festival Nacional de Cine (Fenaci 1); Mejor Actor Protagónico, nuevamente, para Rodríguez, en el Festival Audiovisual Bariloche y una Mención Especial para el Actor Andrew Bargsted en Tenemos que ver – Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos de Uruguay.

Frente a la identidad de un cine predominantemente heterosexual, la historia de Marilyn va más allá del conflicto de identidad de género. El logro de Rodríguez Redondo fue el de ampliar esa mirada, alejarse de los discursos dominantes y concebir un mundo más diverso e inclusivo, con menos sujetos sujetados.

MARILYN
Marilyn. Argentina, 2018.
Dirección: Martín Rodríguez Redondo. Guion: Mariana Docampo, Mara Pescio, Martín Rodríguez Redondo. Intérpretes: Walter Rodríguez, Catalina Saavedra, Germán de Silva, Ignacio Giménez, Rodolfo García Werner, Andrew Bargstead, Josefina Paredes, Germán Baudio. Montaje: Felipe Gálvez. Música: Laurent Apffel. Fotografía: Guillermo Saposnik. Duración: 80 minutos.