María y el Araña

Crítica de Victoria Varas - La Voz del Interior

En el 2003, El polaquito aparecía en la pantalla grande para mostrar que se puede generar poesía desde el horror, que la vulnerabilidad juvenil es susceptible de convertirse en materia de una bella y crítica película. Así como los protagonistas de aquel drama social argentino se enamoraban en una estación de tren, María y el Araña trazan lazos afectivos en el bajofondo del subte porteño. El trabajo a la salida de la escuela los encuentra, los pasajes oscuros de las biografías individuales amenazan con separarlos. La nueva película de María Victoria Menis se inscribe en esa línea de realismo descarnado que el cine nacional viene trazando hace rato.

La cinta abre con una escena pintoresca que recrea la inocencia infantil: María mira desde afuera el juego bailantero de sus amigas. Este y otros pequeños indicios aclaran desde un principio que su infancia ha sido brutalmente perforada. La protagonista tiene una mueca triste, cuando sonríe parece que lo hace desde las entrañas. Aunque el mimetismo con la realidad se logra desde todos los costados (el guion, la elección de las locaciones y el criterio de vestuario) el gran acierto del filme está en la elección de la actriz. Florencia Salas logra un naturalismo siempre creíble valiéndose de una gestualidad mesurada y de escasas palabras.

La reducción al mínimo de los diálogos es un rasgo estético deliberado. La película muestra todo sin decir casi nada, y ese todo no es para nada liviano. A pesar de sus circunstancias María es una alumna destacada, que recibe una beca para empezar la escuela secundaria. La maestra sabe que su silencio acusa más de lo que calla. Trabajar a la salida del colegio es un alivio, cuando el enemigo está adentro, la calle no es un peligro, la amenaza es la propia casa.

Aunque la trama resulte un poco predecible por la profusión de indicios y la reutilización de los tópicos narrativos frecuentemente asociados a las villas de emergencia, y aunque la escasés de los diálogos hace que algunos suenen un poco impostados, María y el Araña es una película sólida, estoica y esperanzada. La pobreza, la perversión, el abandono y el maltrato forman parte de un enclave contaminado y sin embargo, gracias al amor del Araña, la protagonista subsiste a la adversidad.