María y el Araña

Crítica de Rodrigo Chavero - El Espectador Avezado

María Victoria Menis nos entrega su tercer largometraje, siguiendo el eje que la caracteriza: mirar a los dolientes, desposeídos o vulnerables en contextos particulares. A quienes necesitan protección, guía y mirada especial.
Su lente tiene particular capacidad para registrar esas sensaciones, para adentrarse en universos herméticos (en apariencia) y en dotar de una leve luz al final del túnel, a sus personajes, en esta oportunidad, a "María y el Araña".
Esta es una historia de amor adolescente, enmarcada en un contexto crudo y áspero: el del abuso dentro de una familia. Durante la proyección, y a pesar de que no comparten más que la problemática, recordé mucho "No tengas miedo" de Montxo Armendariz. Si bien aquella historia tiene una protagonista adulta y es más física (en términos de lo que se “siente”) que "María...", hay cierto encuentro en la respetuosa y cuidada manera de narrar la historia.
Silencio, miradas cómplices, actos en apariencia vacíos y alteraciones sutiles en la conducta. Que realizan una curva que implosiona, primero, para luego modificar el entorno donde se producen los hechos.
La trama nos presente a una nena (María), que cursa 7mo grado. Es una alumna ejemplar y reconocida por su maestra. Callada y de gestos mínimos, María está finalizando sus estudios (le ofrecen una beca en una escuela privada por su aplicación), y ayuda a su familia con la venta callejera. En el subte conocerá a "El Araña", otro chico que se gana la vida, haciendo malabarismo e intentando sobrevivir con su número.
Entre ellos, lentamente, nacerá un sentimiento de compañía y refugio... Pero ese amor, deberá afrontar una prueba grande para materializarse… María vive con su abuela y su pareja, un hombre hosco que no les caerá bien, les anticipo.
Sin anticipar más de la trama, hay que decir que Menis elige filmar en locaciones poco usuales (en la villa de Retiro, las cercanías de Las Nereidas, la Costanera sur) y posiciona a sus personajes con ideas claras y economía de palabras.
Hay muy poco texto explícito en "María y el Araña" y mucho por debajo, que el espectador entiende rápidamente. Imposible no estremecerse cuando percibimos en cada gesto lo que sucede. “María y el araña” se ofrece como una película necesaria, tierna (en los encuentros de la pareja protagónica, cargados de candidez) y a la vez, perturbadora.
Actuada con solvencia por un cast convincente (Florencia Salas, Diego Vegezzi, Mirella Pascual y Luciano Suardi), ofrece una mirada comprometida hacia un fenómeno al que debemos combatir, hoy y siempre.