María y el Araña

Crítica de Diego Batlle - La Nación

En su quinto largometraje, la directora de El cielito y La cámara oscura se arriesga con un tema complejo como el abuso infantil dentro del ámbito familiar y, apelando a la sensibilidad y al recato que la caracterizan, sale airosa de semejante desafío.

Pero los valores de María y el Araña exceden el mero marco de la corrección política a la hora de visibilizar un tema mucho más extendido (y negado) de lo que parece. Lo hace a partir de una historia entrañable que expone la inocencia del amor adolescente en oposición al horror que surge en el otro extremo del relato.

La protagonista del film es la María del título (una Florencia Salas que en su debut en el cine alcanza a transmitir toda la vulnerabilidad y descontención de su personaje), una chica de 13 años que vive de manera muy humilde con su abuela (Mirella Pascual) y la pareja de ésta (Luciano Suardi). Ella es una alumna aplicada (hasta le ofrecen una beca para el inminente secundario) y se gana unos pesos por la tarde vendiendo guías en el subte. Pero cuando llega la noche y regresa al hogar en el asentamiento, el pánico la invade: la presencia amenazante del hombre de la casa le hace temer lo peor.

En una de sus habituales jornadas en el subte conoce a El Araña (Diego Vegezzi), un muchacho de 17 años con una situación familiar no mucho mejor, que hace malabares disfrazado de El Hombre Araña e intentará acercársele pese a la extrema timidez de ella. Superadas las resistencias iniciales, pronto él se convertirá en su ángel de la guarda en medio de un entorno tan sórdido.

Una vez planteado el conflicto y delineados los personajes, al film le cuesta un poco crecer y trascender ciertos lugares comunes, pero nunca cede a las tentaciones de los golpes de efecto, de la explotación o de las manipulaciones emocionales. En ese sentido, es interesante el personaje secundario que compone la uruguaya Pascual ( Whisky ), de esos que por omisión o negación, por hacerse "la distraída", terminan avalando el maltrato a una nieta que ella, por otra parte, quiere.

El rigor formal y la solidez narrativa de Menis sostenida por un muy buen equipo de técnicos ayudan a que la experiencia por momentos dura y extrema de María y el Araña que recurre a mínimos diálogos resulte atractiva desde lo visual. Una película inteligente y, sí, también necesaria.