María Magdalena

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Detrás de todo hombre hay una gran mujer.

Detrás del Mesías, aclaro que no estoy hablando de la celeste y blanca, sino del mismísimo Jesús de Nazareth esta vez en la piel de Joaquin Phoenix, secundado por un grupete de actores y la estelar presencia de Rooney Mara en la piel de María Magdalena. De ahí el nombre de esta producción, dirigida por Garth Davis, que busca cierta reivindicación de género y de la figura ninguneada por el catolicismo, recuperada por el Papa Juan Pablo Segundo pero que a partir de la sentencia del Pontífice Gregorio Magno en el año 591 fuera caratulada como prostituta, adúltera, para separarla de toda la impronta catolicista y el dominio de los Evangelios.

Si bien la propuesta ensalza en cierto sentido la importancia de María Magdalena en el derrotero de Jesús, su profunda convicción en las enseñanzas y mensaje revolucionario del Rabi -así se lo llama en la película- se queda a medio camino entre un film ilustrativo y otro cargado de ideología feminista.

A través del juego y la complicidad, los niños son los únicos que logran desconectarse un poco de aquella situación de vulnerabilidad socioeconómica que los envuelve, creando así su propio microcosmos. El encargado del hotel, Bobby (Willem Dafoe), es un tipo comprensible que tiene total conciencia de los infiernos que atraviesan las personas que llegan allí y por eso intenta de alguna manera proteger a los chicos de las sombras que bordean la miseria.

El drama de Baker se siente tan natural en la forma en que la cámara sigue a los pequeños y nos muestra a partir de su mirada cómo es vivir bajo la penumbra de un lugar pensado para albergar la magia del cine y los sueños imposibles que podría decirse que roza el género documental. La interpretación de los niños, sobre todo la de Prince con ese descaro y carisma que la caracteriza, resulta sumamente realista y conmovedora.

Uno de los aspectos a destacar dentro de la filmografía del director neoyorkino es que bajo ningún término pretende ser complaciente, vendiéndole al espectador un sentimentalismo barato y ultra enfatizado que constantemente es usado en la ficción para retratar a personajes excluidos por el sistema. Baker se sirve de la crudeza de la cotidianeidad y la ironía del sueño americano para entregarnos una mínima muestra de la realidad, cuyo impacto dramático radica en la simpleza narrativa.

“Este es mi árbol favorito, porque se cayó y sigue creciendo” le confiesa Moonee a su nueva amiga Jancey (Valeria Cotto). Una analogía que cala perfecto en la vida de estas niñas que a pesar de la tormenta continúan firmes, quizás mucho más que aquel castillo forjado a base de las falsas ilusiones de un régimen salvaje.