María Magdalena

Crítica de Javier Luzi - Visión del cine

Revisionismo religioso aggiornado a estos tiempos en los cuales el género y el feminismo imponen, felizmente, agenda, nos acerca Garth Davis con su María Magdalena.
Si bien los evangelios canónicos no muestran a María Magdalena como una prostituta que, arrepentida de su vida de pecado, al conocer a Jesús se convirtió en su discípula y lo siguió en su calvario al punto de ser una de las primeras en descubrir su resurrección, las enseñanzas traspoladas en homilías y doctrinas forjaron esa historia sobre el personaje como visión predominante para los católicos. A pesar de que en 1969 el Papa Pablo VI acabó con esa idea y que en el 2016 el Papa Francisco elevó la memoria de Santa María Magdalena a fiesta en el Calendario Romano General. Aún se imprime la leyenda.

Quien se refiera a los Evangelios como un relato particular y determinado para la construcción de la Iglesia Católica como central en el orbe mundial, termina excomulgado. Ahora, los cambios de timón en consonancia con los tiempos coyunturales no demuestran la calidad de relato sino la mala interpretación de los mismos, nos dicen.

Lo cierto es que todo esto se conjuga para dar forma a María Magdalena. Estreno más que apropiado por las fechas de semana santa y por los aires que soplan socialmente. Pero que como apuesta cinematográfica es apenas discreta.

Sin ánimo de provocar lecturas profundas o cuestionadoras, el director propone esta nueva mirada sobre María de Magdala como una hija cuya rebeldía se expresa en no querer cumplir con el matrimonio ni la maternidad para los que la mujer ha sido socialmente pensada. Rebeldía que no es poca cosa pero que tampoco se profundiza en demasía. Se pasa del grupo familiar del que ha sido repudiada al grupo de discípulos y apóstoles que tampoco son vistos con buenos ojos. Y sin mayores explicaciones su figura allí se empodera (habría que pensar también en la desaparición de Juan, el discípulo más querido, que quizá se vea fundido en esta nueva María) al punto de generar celos en Pedro (de quien sabemos será la piedra donde se construirá la Iglesia, el primer Papa), que se lo cobrará caro.

Quizá sea esta disputa, breve pero central por su puesta en escena, la novedad de la película y su postura: la Iglesia (Pedro) ocultó la importancia de María Magdalena a sabiendas e intencionalmente por vanidad y sentimientos demasiado humanos. Y así se sometió a la mujer al rol de subordinada que tuvo y tiene aún en la jerarquía eclesiástica.

Como es la Magdalena quien nos guía, guion y director no cuentan nada de lo que sucede -según sabemos a partir de los evangelios-, en lo que ella no haya tenido participación directa o para lo que actualizan su posición ubicándola en sitios en los que no ha sido explicitada su presencia pero tampoco parecen improbables.

En cuanto a las actuaciones, Rooney Mara hace lo que puede encorsetada en un papel de santa rebelde, Chiweter Ejiofor responde al signo de los tiempos siendo un Pedro negro y Joaquin Phoenix acerca un Jesús, en segundo plano, revolucionariamente apocado.

No hay nada más que un correcto y respetuoso replicar el resto de lo que sabemos ocurrirá a partir de los textos sagrados, sin mayores ideas que las ya enumeradas. Eso sí, ya se contó esta historia tanta veces, desde tantos testigos y protagonistas, que sólo resta que nos la relate la cruz desde su ser semilla hasta volverse madera que sostendrá al Cristo. A como estamos, no me parecería nada disparatado.