María Luisa Bemberg: El eco de mi voz

Crítica de Diego Brodersen - Página 12

"María Luisa Bemberg: el eco de mi voz": racconto vital y artístico      

Documental de formas tradicionales, además de los consabidos fragmentos de films y entrevistas con colaboradores, colegas y amigos, "El eco de mi voz" cuenta también con material inédito hasta la fecha.

“¿Por qué cuando se habla de feminismo siempre es algo bueno y cuando se menciona el machismo todo es negativo?” Palabras más, palabras menos, esa es la pregunta que Rómulo Berruti le hace a la invitada en los estudios de Función privada, confundiendo etimologías y alcances de dos “ismos” que poco y nada tienen que ver entre sí. El fragmento de esa entrevista a María Luisa Bemberg, realizada en el legendario programa de tevé sabatino en 1987, salió del arcón de los recuerdos y se hizo viral hace un par de años. Ahora vuelve a tener un lugar destacado en el documental de Alejandro Maci, dedicado a la primera directora de alto perfil en la historia del cine argentino, cuyo estreno se da exactamente un siglo después de su nacimiento, el 14 de abril de 1922. La unión profesional de Bemberg y Maci comenzó algunos años antes de la preparación de la que iba a ser la nueva película de la cineasta, pero su enfermedad y muerte en 1995 abortó el proyecto y El impostor, basada en un relato breve de Silvina Ocampo, fue finalmente dirigida por Maci en 1997.

En ese sentido, podría pensarse que nadie mejor que él para desarrollar María Luisa Bemberg: el eco de mi voz, racconto vital y artístico a la vez que homenaje a una figura que, más allá de los valores intrínsecos de cada una de sus seis películas, continúa creciendo con justa razón: la directora de Camila, De eso no se habla y Señora de nadie se abrió camino solitariamente en un mundo dominado por los varones, marcando el sendero para las generaciones de realizadoras que llegarían recién varios lustros más tarde. Alejandro Maci ordena cronológicamente la carrera de esa mujer nacida en el seno de una familia de la alta sociedad –los Bemberg, dueños hasta tiempos recientes de la cervecería Quilmes– que, con casi cincuenta años de vida, varias décadas de matrimonio y cuatro hijos, decidió que la escritura de guiones cinematográficos y la realización de cortometrajes podían marcar el comienzo de una nueva etapa. Tiempo después, a los 58, María Luisa se ponía por primera vez detrás de una cámara para dirigir un largo, su opera prima Momentos, estrenada en 1981.

Documental de formas tradicionales, además de los consabidos fragmentos de films y entrevistas con colaboradores, colegas y amigos, El eco de mi voz cuenta con material inédito hasta la fecha, una serie de grabaciones de audio realizadas cuando Bemberg ya estaba enferma, aunque su lucidez se mantenía intacta. Diálogos entre la cineasta y Maci que vuelven una y otra vez a una de sus obsesiones: el rol del patriarcado en la construcción del espacio reservado para las mujeres en la sociedad. Comenzando por ella misma: más de un recuerdo de su propia infancia bajo normas rígidas terminaría dándole forma al guion de Miss Mary (1986). El documental incluye además un puñado de charlas y entrevistas públicas centradas en las películas, pero también en su actividad como defensora del movimiento feminista, incluido su paso por la asociación UFA (Unión Feminista Argentina), que ayudó a fundar en 1970.

Y, desde luego, la nominación a un premio Oscar por Camila, la masividad, los proyectos con figuras extranjeras como Julie Christie, Assumpta Serna y Marcelo Mastroianni, la colaboración con figuras esenciales del cine argentino como el director de fotografía Félix Monti, el guionista Jorge Goldenberg y el productor Oscar Kramer. De todas ellas, sin embargo, la más importante en múltiples niveles es Lita Stantic, cómplice desde los tiempos de Momentos, incansable productora que, ya en el siglo XXI, apoyaría a una de las realizadoras más importantes del naciente Nuevo Cine Argentino, Lucrecia Martel. Como socia, amiga y compinche de la Bemberg, sus recuerdos y anécdotas le dan forma a una porción esencial, indispensable, de El eco de mi voz.