Margarita no es una flor

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Los pasos de la memoria

La apacible melodía de un chamamé en honor a Margarita Belén, lugar donde se produjo uno de los tantos fusilamientos de presos políticos camuflados como huídas en momentos de traslado de un penal a otro, contrasta rápidamente con el murmullo y el bullicio de una manifestación popular, donde el aparato represivo del Estado provincial revive fantasmas de épocas de horror en las que los reclamos de justicia cobran mayor sentido en el presente.

Por contraste entre la versión oficial sostenida desde los mandos militares acerca de lo que hoy se define como Masacre de Margarita Belén, por la que fueron condenados por la justicia a cadena perpetua ocho inculpados y un policía absuelto, desfila la directora debutante en el largometraje, Cecilia Fiel, y a partir de su recorrido por los lugares de los hechos –Chaco, Formosa- y la recolección de testimonios a cámara se van desentrañando las madejas de una historia amparada en el silencio y la impunidad.

Margarita no es una flor es un documental que intenta recuperar el pasado de Ema, militante y terapista ocupacional que integró uno de los cuadros de Montoneros junto a su esposo Reinaldo Zapata, ambos secuestrados y asesinados en Resistencia durante el operativo militar. Aún hoy y a pesar de la sentencia se desconoce el lugar en el que descansan sus restos por lo cual parte de este film se relaciona con la búsqueda de la identidad arrebatada, que se indaga desde la propia búsqueda personal como parte del proceso de reconstrucción cinematográfico.

Retazos, audios, fotos, recortes de una vida truncada y un largo silencio que se rompe en el clamor de miles de voces anónimas forman parte de este itinerario en primera persona en que los pasos de la memoria van encontrando sus huellas y el recuerdo de Ema, sus sueños y su legado de lucha resiste a pesar de los golpes del olvido.