Maremoto

Crítica de Juan Pablo Cinelli - Página 12

"Maremoto": el mar en llamas            

Noruega vienen apostando fuerte al género y demuestra que Hollywood ya no es el único lugar con capacidad técnica para contar este tipo de historias. 

Más catástrofes llegan del norte. Pero no desde los Estados Unidos, donde “el fin del mundo” (en sus distintas variantes y tamaños) es el tema recurrente de un alto porcentaje de las producciones que aspiran a golpear la taquilla como un tsunami. También en Noruega vienen apostando fuerte al género. Eso demuestra que Hollywood ya no es el único lugar con capacidad técnica para contar este tipo de historias, que necesitan de una gran inversión en efectos especiales para resultar verosímiles.

Maremoto es el último exponente de esta tendencia que ya acumula varios títulos, como La última ola (2015) o Terremoto (2018), ambas estrenadas en salas locales. E incluso se puede sumar a Troll (2022, Netflix), donde la catástrofe es producida por una criatura fantástica. Lo curioso es que estos cuatro títulos fueron filmados por solo dos directores: Roar Uthaug (La última ola y Troll) y John Andreas Andersen, que primero hizo Terremoto y como la cosa le gustó, la siguió ahora con Maremoto.

Si a priori podría hacerse algún chiste sobre esa aparente falta de originalidad por parte de Andersen, la realidad es un poco distinta, porque el título local no representa de forma fiel al tema de la película. Es cierto que hay una especie de maremoto, aunque técnicamente no se trata de un movimiento tectónico, sino del desplazamiento de una masa sedimentaria antigua en el lecho del Mar del Norte.

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Este movimiento afecta a las más de 350 plataformas petroleras que Noruega tiene en la zona, poniendo en peligro no solo a los obreros que trabajan ahí, sino que amenaza con un desastre ecológico nivel holocausto. Esa sería la verdadera catástrofe que propone Maremoto, cuya naturaleza se encuentra mejor expresada en el título internacional de la película, The Burning Sea, algo así como “El mar en llamas”.

Eso hace que Maremoto tenga más que ver con Horizonte profundo, la recomendable película de Peter Berg basada en el caso real de la plataforma Deepwater Horizon, el accidente petrolero más grave de la historia, que con su propio título. Las diferencias entre ambas están dadas en primer lugar por las dimensiones de la catástrofe, que la película noruega multiplica por 350.

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Sin embargo, aún estando bien realizada en lo que tiene que ver con el uso de los recursos técnicos, Maremoto resulta fría, toda una paradoja para una película que propone un mar prendido fuego. Eso no significa que no pueda ser seguida con cierto interés, porque la estructura narrativa tampoco es el problema. Lo que ocurre es que Andersen nunca logra algo que Berg y la mayoría de sus colegas estadounidenses saben hacer muy bien: generar empatía. Hacer que el espectador se interese por el destino de los protagonistas, que le importe lo que les pasa, porque de ahí nace la tensión más auténtica que es capaz de generar esta clase de películas.