Marea baja

Crítica de Hugo Fernando Sánchez - Tiempo Argentino

Sin lugar para los débiles

Después de su ópera prima, El sueño del perro, Paulo Pécora regresa al delta del Paraná para contar otra cosa, una historia llena de presagios, de sombras, enrolada directamente en el policial negro.

Después de su ópera prima, El sueño del perro, Paulo Pécora regresa al delta del Paraná para contar otra cosa, una historia llena de presagios, de sombras, enrolada directamente en el policial negro.
El delta, un borde de la civilización que la mayoría ve como un lugar de descanso, como un espacio para estar en contacto con la naturaleza, para otros, los que viven en los márgenes, bien puede ser el lugar ideal para esconderse, guardarse hasta que pase lo peor. Hasta allí llega un hombre de unos cincuenta años, un delincuente que en tránsito hacia el Uruguay para, descansa de la huida de sus cómplices que lo buscan para saldar una deuda. Pascual (Germán de Silva, el protagonista de Las acacias) allí se relaciona con dos mujeres y pronto el triángulo está armado a la espera de la ruptura mientras todos esperan, deambulan, imaginan lo que vendrá.
Porque en Marea baja la tensión no se controla, en todo caso se potencia con más tensión y lo que salió mal, no importa si fue allí o en otro lugar, definitivamente va a tener un destino trágico entre esa naturaleza violenta, donde los débiles no tienen ninguna posibilidad de sobrevivir.
En su segundo largo, Pécora, que tiene una notable obra como cortometrajista y además es periodista y crítico de cine, abandona lo onírico y la perspectiva luminosa de El sueño del perro –una típica ópera prima sobrepoblada de ideas y promesas a futuro de un realizador en formación–, para concentrase en un policial seco, con muchos silencios que no hacen más que acompañar la tensión en aumento, en un escenario natural dado por la vegetación salvaje que asordina la tragedia en progreso y enmarca el sino de los personajes.
Los aciertos de la puesta dan cuenta de la madurez del realizador, concentrado en transmitir su mirada desencantada sobre la naturaleza humana, seguro y sin pretensiones al cumplir con las reglas del género y por eso mismo, efectivo y preciso.