Maradona - Médico de la selva

Crítica de Miguel Frías - Clarín

El otro ídolo de la (otra) gente

El otro Maradona, Esteban Laureano, médico rural que murió en 1995 a los 99 años tras una vida abnegada y austera, con mucha menos fama que la merecida, es un ejemplo neto de altruismo. Lo que lo convierte en un personaje de difícil abordaje, al menos para este documental carente de claroscuros, cercano al panegírico.

Sin embargo, su destino no sólo abunda en nobleza, sino también en peripecias, ideas y acciones fuera de lo común, lo que lo torna interesante más allá de las virtudes propias, las alabanzas ajenas, o las herramientas cinematográficas utilizadas para transmitir su historia.

Maradona, médico de la selv a abunda en cabezas parlantes elogiosas y material de archivo, especialmente eficaz en la parte sonora, en la que se destaca una charla/entrevista hecha por un familiar. “La invención suele surgir de la vagancia”, le escuchamos decir a Maradona. O: “Me gusta la pobreza”. O: “Soy un médico que no cree tanto en la medicina”.

Mientras una cámara subjetiva recorre algunos parajes remotos que fueron parte de su destino, su voz suena tan reposada como lo habrá sido su personalidad, aún en los momentos difíciles. Durante su trabajo como médico en la guerra del Chaco Boreal, por ejemplo. O durante su tiempo en Guaycurú (hoy Estanislao del Campo), pequeño pueblo formoseño en el que se radicó durante 51 años, tratando a los aborígenes de la zona o investigando y escribiendo sobre la naturaleza.

En tiempos de facilismo y fama vacía, su estilo ascético, generoso, alejado de cualquier tipo de exhibicionismo, resalta más.

En la divulgación de su vida, que a la humildad de Esteban Maradona le hubiera costado aceptar, se encuentra la mayor virtud de este documental que no cuenta con una voz en off que sobreexplique: alcanza con las palabras de él y las de tantas personas que lo admiraron.