Máquinas Mortales

Crítica de Santiago García - Leer Cine

En un planeta destruido, la civilización sobreviviente se desplaza por la tierra devastada en ciudades móviles, monstruosas máquinas conformadas con los restos de esas enormes capitales. Esas ciudades destruyen y devoran a otras más pequeñas en lo que podría haber sido la más ambiciosa fantasía steampunk que se haya presentado el cine del siglo XXI. Pero ese género literario y cinematográfico no encuentra aquí su referente de mayor calidad.

La película está basada en el libro de Phillip Reeve, quien escribió la tetralogía de Mortal Engines y el guión es de Peter Jackson, Fran Walsh y Philippa Boyens, responsables de los guiones de las trilogías de El señor de los anillos y El Hobbit, entre otros títulos dirigidos por Peter Jackson. Aquí los tres figuran también como productores, dejando a cargo de la dirección a un antiguo y permanente colaborador de Jackson: Christian Rivers. Esta derivación no debería despertar suspicacias, pero a juzgar por los resultados parece que Peter Jackson no quiso meterse en una trilogía con pocas posibilidades de volverse un clásico.

El género steampunk es tan grande y abarcador, que podríamos poner en la misma bolsa a Jules Verne, Mary Shelley, Arthur Conan Doyle y H.G. Wells con los autores de fines del siglo XX y las docenas de películas que se basaron en todos ellos. Máquinas mortales (Mortal Engines) pertenece, tanto el libro como la película, a este sub género de la ciencia ficción. Una mezcla de futuro con la tecnología y el imaginario de la Inglaterra de la Revolución Industrial y la época Victoriana. Los ejemplos son muchos y saltan a la vista. En el caso de Máquinas mortales las referencias pueden ser infinitas, pero dos películas vienen al instante: El increíble castillo vagabundo (Hauru no ugoku shiro, 2004) de Hayao Miyazaki (gran parte de su filmografía podría evocarse aquí) y el corto de El sentido de la vida (The Meaning of Life, 1983) “The Crimson Permanent Assurance” (fragmento dirigido por Terry Gilliam, otro cultor del steampunk). Estas dos citas son para aclarar que la espectacularidad que supone un edificio o una ciudad en movimiento no necesariamente lleva a una película de igual interés.

La primera aparición de la ciudad de Londres convertida en una monstruosa urbe movible que atraviesa extensas distancias destruidas es sin duda impactante. Los leones de Trafalgar Square convertidos casi en mascarones de proa y la cúpula de St. Paul´s Cathedral como marca más reconocible son una imagen impactante. Luego habrá más referencias y guiños, pero todo eso es más diseño que otra cosa, la historia no va a lograr mejorar ese impacto visual inicial, incluso cuando tenga nuevas sorpresas, todas ellas menos efectivas, por cierto.

Aquí la protagonista es una joven en busca de venganza que terminará aliándose con un joven habitante de esta ciudad móvil. No mucho más para anticipar, la trama tiene la clásica historia de la resistencia frente al poder, más la mencionada venganza y una mirada con algunos pequeños toques de humor acerca de cómo se construye la historia, con los Minions como pieza de museo, por ejemplo, algo que saca por completo de la estética y el mundo de la película. La gran batalla final, para que el villano no logre su objetivo secreto es de un aburrimiento importante. Para ese momento es muy difícil que a alguien le interese el destino de los personajes. Está claro que más allá del impacto de una estética maravillosa, las películas necesitan muchos más elementos para funcionar.