Máquinas Mortales

Crítica de Marcelo Cafferata - El Espectador Avezado

Christian Rivers, quien ya había colaborado en producciones anteriores de Peter Jackson como “El señor de los Anillos” “El Hobbit” o “King Kong”, toma el mando en la dirección de “MAQUINAS MORTALES” en su debut detrás de las cámaras.
Anteriormente, había acompañado a Jackson en sus producciones, ya desde su inolvidable “Criaturas Celestiales”, estando a cargo en todas ellas del departamento de arte y como supervisor del departamento de efectos especiales, e inclusive se había desempeñado como director de la segunda unidad en “El hobbit” y en “Mi amigo el dragón”.
Justamente toda su trayectoria trazada en el terreno del diseño de arte, en lo visual y en su conocimiento en el mundo de los efectos especiales, son el principal acierto y el principal problema de “MAQUINAS MORTALES”.
Tal como hiciera con “El señor de los anillos”, Jackson ahora toma las historias volcadas en las cuatro novelas de Philip Reeve (más una precuela), ambientadas en ese mundo futurista distópico y post-apocalíptico que tan bien sabe describir el productor y que Rivers, como director, sabe plasmar con precisión.
La base argumental de “MAQUINAS MORTALES” se plantea después de una tremenda guerra, llamada “La guerra de los sesenta minutos” en donde las ciudades quedaron completamente devastadas y se transformaron en urbes móviles, depredadoras, que persiguen unas a otras (visualmente, con reminiscencias de “El increíble castillo vagabundo”, pero cargado de violencia y sin la poética y el lirismo de Miyazaki).
Así, como los peces en el fondo del mar, las ciudades más grandes se van alimentando de las menores, fagocitándolas y, por lo tanto, viviendo en una tensión y conflicto permanente.
Londres, es ahora, una de esas ciudades sobre ruedas, una de las tantas ciudades gigantes que vagan por el espacio, pero es obviamente una de las más poderosas.
Allí, Thaddeus Valentine (Hugo Weaving de “Matrix” “El señor de los anillos” “V de Venganza” pero también de “La prueba” y “Priscilla, la reina del desierto”) tras su fachada de científico y arqueólogo, amante filantrópico, esconde su macabro plan de arrasar con todas esas pequeñas ciudades que va encontrado a su paso y que por supuesto están en contra del movimiento traccionista.
Nada pareciera detenerlo, hasta que aparece en escena Hester Shaw, una joven fugitiva dispuesta a jugarse entera teniendo como móvil, vengar la muerte de su madre, quien parece haber tenido una oscura historia con Thaddeus.
En pleno abordaje de la ciudad rodante, Hester cruza su camino con Tom, un joven que jamás había salido de Londres y quien además es íntimo amigo de Katherine, la hija de Thaddeus y quien por supuesto forma parte de la Élite social de Londres.
El encuentro Hester-Tom, presenta la ineludible y conocida historia de “chico conoce chica” ahora en contexto futurista y de luchas de clases (también podría describirse esquemáticamente como chico rico - chica pobre), y es por supuesto el principal elemento de la saga que apunta a un público adolescente y joven.
En su propósito de enfrentarse con el sistema, el joven aprendiz y la fugitiva terminarán juntos luchando en la desolada Región Exterior, también llamada el Terreno de Caza. Volviendo a lo apuntado anteriormente, la trayectoria de Rivers en el campo visual es justamente, lo mejor y lo peor de la película.
Las escenas lucen bien, el futuro distópico tiene una ajustada puesta en escena y visualmente la película funciona, aunque hay momentos en que las imágenes lucen saturadas de elementos, barrocamente agolpados en pantalla, como queriendo invadirlo todo sólo con una puesta estética ampulosa. Aun así, podría decirse que en el terreno de lo visual, es donde mejor funciona.
Lamentablemente es en el terreno narrativo donde tanto Rivers como los adaptadores de la saga (Fran Walsh y Philippa Boyens, ambas colaboradoras también en todos los productos anteriores de la factoría Jackson), hacen agua por todos lados.
Desde una presentación completamente atropellada y donde todo se presenta casi sin sentido, cuesta entrar a la historia porque nunca no se toma unos minutos (de las más de dos horas que dura la película) para ubicarnos en el terreno del cuento que quiere contar y menos aún, de poder darnos alguna pequeña referencia de los personajes que pondrá en juego.
Pareciera que las guionistas entienden que hemos leído las novelas y que solamente estamos dispuestos a disfrutar cómo las han adaptado a la pantalla grande.
Todo lo que no explica al inicio del filme, lo terminará sobreexplicando más tarde, donde subraya en los diálogos, todos los conflictos que atraviesan los personajes, los cuales están estructurados sin ninguna profundidad.
Pareciese que son el medio para poder desplegar toda la parafernalia visual pero que en ningún momento le piensan dar alguna preponderancia a la historia, que tiene sus principales momentos relatados a través de breves flashbacks.
Asombrosamente, “MAQUINAS MORTALES” cuenta además con problemas en su ritmo narrativo, lo cual llama poderosamente la atención teniendo en cuenta la presencia de Peter Jackson como productor, quien ha demostrado sobremanera que tiene un timing especial para este tipo de productos.
Obviamente, como todo producto de este estilo que se precie de tal, deja abierta la posibilidad de seguirnos viendo en una segunda parte, que dependerá de los números que marquen los destinos de este negocio en el que a veces se transforma el séptimo arte.