Mapa de sueños latinoamericanos

Crítica de Cristian A. Mangini - Funcinema

MAPA DE LUZ

Martín Weber es un nombre prácticamente ajeno al cine pero no así a las artes visuales. Mapa de sueños latinoamericanos es la culminación del profundo y ambicioso ensayo fotográfico del mismo nombre. Un recorrido por ocho países de Latinoamérica retratando distintas personas que en una pizarra escriben sus sueños, una tarea que inició en 1992 y finalizó tras un recorrido de 53 ciudades. El trabajo en blanco y negro es un documento antropológico tan esclarecedor como desgarrador sobre la realidad social de Latinoamérica, mimetizando los rostros y los gestos con la pizarra: si tienen la posibilidad de ver la muestra es más que recomendable. Pero aquí estamos con el estreno del documental, un retorno de Weber a las figuras en sus fotografías, una búsqueda que registra la voz, el espacio urbano y la posibilidad de encontrarse con esas mismas personas varios años después. El resultado es un complemento necesario que realza el trabajo fotográfico. Más allá de sus irregularidades, la voz de Weber en su ópera prima es firme y entre la maraña de fotografías, callejones y rostros se construye un rompecabezas territorial que trasciende las fronteras.

En la foto hay un tipo flaco, alto, con la mirada perdida que sostiene su delgadez con esfuerzo. “Mi sueño es morirme”, dice la pizarra, debajo de un recorrido serpenteante de cicatrices. “Cariño” aparece arrojando en otra pizarra, detrás del parabrisas de una vieja camioneta. Una joven de mirada intensa aparece arrojada sobre el asiento delantero, apenas decaída, en una foto que parece reclinarse como la pizarra. Son dos de las fotos mejor trabajadas y en el marco del documental quedan impresas en la retina por la fuerza de sus palabras. La búsqueda de los testimonios es el complemento cinematográfico que da en el vertiginoso recorrido una nueva dimensión de esas imágenes. Salvo cuando se inclina por una alegoría de trazo grueso como la secuencia inicial, el registro se focaliza en los detalles y la composición a través del paneo, y el travelling se utiliza como una transición. Hay una mirada fotográfica que se denota en la atención sobre las texturas, en particular al capturar las manos y los rostros. Por otro lado, cuando se sale del detalle sobre la figura humana, el espacio urbano en los planos generales es de una rigurosidad quirúrgica, en particular en Brasil y Colombia, donde urbes como Río de Janeiro aparecen como una enorme telaraña. Allí buscar las personas que protagonizan el relato parece una empresa titánica.

Pero ¿qué hay de las historias? El relato que se construye a partir de las inequidades sociales, el desamparo, los regímenes dictatoriales que desangraron a los estados latinoamericanos a lo largo de los años, los levantamientos revolucionarios que fueron perdiendo su curso y la feroz violencia paramilitar es un fresco de los últimos 50 años de historia de la región, nuestra región. Pero Weber singulariza sobre las historias sin levantar la voz, dejando que los testimonios hablen, a menudo en lugar de figuras ausentes o difuntas, sin perder la emoción que moviliza cada segmento. No hay una frialdad esquemática de conceptos sino que da espacio a la sensibilidad con una inteligencia notable.

Mapa de sueños latinoamericanos es una ópera prima tan amarga como esperanzadora en sus pequeños momentos luminosos, en particular al dar relieve a las emociones y confiar en la fuerza de las imágenes, que de eso se trata tanto el cine como la fotografía.