Manos de piedra

Crítica de Laura Petroff - El Lado G

A pesar de sus clichés, Manos de Piedra es una de las más efectivas películas de deportes del último tiempo.

El deporte como tema en el cine es común y se lo ha usado para complementar muchísimos géneros. Comedias de deporte como Dodgeball (2004), dramas históricos de deporte como Invictus (2009), biografías de deportistas como Senna (2010) y documentales como Pumping Iron (1977). Las hay en todos los idiomas y de muchas épocas distintas, y nunca falla ese factor inspirador que las películas de deportes generan tan bien. Los discursos de los entrenadores son casi comparables con los de los militares del cine antes de lanzarse a la batalla y tal vez sea porque es en el deporte donde el humano civilizado escapa hacia la violencia y competitividad que supuestamente tiene en la sangre. La única vía de escape para esa fuerza vital que, a menos que sea frente a una situación urbana de vida o muerte, quedará siempre durmiente e inutilizada dentro de esta máscara que es la civilización.

La vida de Roberto Durán no fue fácil. Creció en el medio de la pobreza y una intranquilidad política y social pesada, durante los 60, cuando el gobierno de Estados Unidos se rehusaba a darle a su Panamá natal el canal construido en medio de su territorio. Comenzó a boxear siendo niño, y se lo apodó Manos de Piedra. Esta biografía ilustra su ascenso a la fama, su vida familiar y su lucha interna contra el odio a los norteamericanos que su infancia cementó. Su manager, Carlos (Rubén Blades), le consiguió a uno de los mejores entrenadores de boxeo de la historia, Ray Arcel (Robert DeNiro) y le propuso convertirse con su ayuda en el siguiente campeón mundial. Luego de hacerse campeón de pesos ligeros, decidió entrar en la categoría welter, desafiando al popular Sugar Ray Leonard (Usher Raymond IV) Sus motivaciones, generosidad y problemas personales se hacen evidentes en esta cariñosa biografía (que igualmente no se guarda ninguno de los detalles desagradables).

El director y guionista de Hands of Stone, Jonathan Jakubowicz, es venezolano. Su experiencia en dirección es algo esporádica pero Secuestro Express (2005) fue bien recibida. También participó en algunas series latinoamericanas como Lynch (2012) o Prófugos (2011). La combinación de actores hispanohablantes y norteamericanos en el reparto permite diálogos en ambos idiomas, pero el español es predominante. Así es como se le agrega veracidad a la trama, sobre todo porque sus personajes son panameños: así será más fácil para el espectador identificarse con ellos. En la piel de Roberto Durán está el venezolano Édgar Ramírez, conocido por protagonizar Carlos (2010); también participa en La Chica del Tren, que se estrenará en Argentina el 17 de noviembre. Lo acompaña Robert DeNiro, convertido en el entrenador Ray Arcel gracias al excelente trabajo del equipo de maquillaje. La actriz cubana Ana de Armas interpreta a Felicidad, la mujer de Durán. Este año se la vio en la comedia War Dogs. El cantante panameño Rubén Blades no sólo actúa sino que muchas de sus canciones son parte de la banda sonora. En el papel de Sugar Ray Leonard está Usher Raymond IV, el famoso cantante norteamericano.

El boxeo, al ser un deporte individual, genera en el público cosas distintas a las que inspira uno por equipos. El sacrificio, la humillación, el sudor y la tenacidad son propios. Prueban que cualquiera es capaz de ejercer esa dedicación que lleva a algunos a la cima, o que se puede encontrar en ella la verdadera pasión. Mediante el montaje se exacerbó el entusiasmo del público, tanto presente en las peleas como mirándolo a través de la TV, y combinado con la velocidad de las peleas genera vertiginosas secuencias, perfectas para el escenario del boxeo. El deporte y la pasión van de la mano, pero con las herramientas del cine puede llevarse este sentimiento incluso hasta los que no son fans.