El manicomio: la cuna del terror

Crítica de Guillo Teg - El rincón del cinéfilo

No trate de preguntarse por qué. No tiene sentido. Estamos en tiempos bastante convulsionados y la industria del entretenimiento anda tratando de entender lo que está pasando. Corre detrás de soluciones mágicas y de respuestas cuyas preguntas todavía no están del todo formuladas. En este contexto hay productos audiovisuales que provocan desconcierto en el espectador. que se sienta estupefacto a mirar cómo los productores se siguen debatiendo en un mar de ideas híbridas en cual no hay ni una balsa de sentido común de la cual agarrarse.

Por ejemplo “El manicomio”, uno de los estrenos de esta semana, no tiene como pretensión principal asustar, lo cual es una herejía para el género en el cual está inscripta, sino congraciarse con el universo de las redes sociales en general, y de los youtubers en particular.

¿Qué es un youtuber?, preguntará usted que ya escuchó el término al vuelo, pero no legra encajarlo en su realidad cotidiana. Es un pibe o una piba con un canal propio en esa famosa página de internet que sirve para ver videos, sólo que el contenido es generado por ellos mismos. Sí, Youtube le permite crear sus propias piezas para decir y hacer lo que se le dé la gana. No hay muchas reglas para ello. Hay muy pocas restricciones. Si usted se molesta en tipiar “Rubius” o “Mark Plier” (dos operadores de esa red) seguramente se los encontrará con un cambalache de opiniones de todo tipo sobre todos los temas. Hablan mal, escriben peor y la mayoría vive en (y de) esa red como si el mundo hubiese empezado por ahí.

Paradójicamente, hoy un youtuber puede tener tantos seguidores como una serie de Netflix y ejercer, por carácter transitivo, mucha más influencia que cualquier medio de comunicación de antes y de ahora. ¿Quiere un número escalofriante? Desde 2011, aproximadamente, al primero que mencionábamos más arriba lo siguen más de 33 millones de personas. ¿Qué es lo que NO están viendo los genios del marketing, y sobre todo los políticos? Mucho, pero en principio un hecho contundente. Internet es, a la vez de anárquico, el medio más democrático que existe. Todos, cualquiera de nosotros puede hacer eso mismo luego, es lógico que algunos cañones se apunten a ese mercado. No quiera saber si “Rubius” dice que “El manicomio” está “re-piola”, lo que puede generar en la taquilla.

Esto nos lleva nuevamente al principio. Los protagonistas son youtubers que, enterados de la existencia de un viejo nosocomio abandonado, deciden que ese es material interesante para subir a las redes por lo cual la idea es instalarse ahí por un día. ¿Le suena? Efectivamente, hace unos meses nada más se estrenó “Gonjiam” (Beom-sik Jeong, 2018) exactamente con el mismo argumento, e igual de mediocre por esquivar justamente la razón esencial por la cual se producen obras de este género.

Lo único que cambia en este estreno es el país y el idioma, lo demás se mantiene intacto y tal cual ocurría con su antecedente, nada de lo que se ve pretender ser una lectura sobre nuestros tiempos, o sobre esta nueva generación conectada constantemente, ni mucho menos una lectura extrapolada sobre la ambición o necesidad de lograr fama o seguidores cueste lo que cueste.

No. Desde el minuto uno la conexión es explícita con la forma de comunicación que los chicos tienen para lograr una empatía forzada y vacía. Como si los guionistas estuviesen buscando amigos por conveniencia en lugar de centrarse en lo realmente importante para este género. Así, se producen extensos y aburridos diálogos intrascendentes con cámara o celulares en mano. Encuadres torpes cuyos planos no tienen ningún valor, una dirección de fotografía confusa que juega tramposamente con los oscuros totales o apagones, exabruptos sonoros que además de molestar al oído se salen de la propuesta de falso-vivo o falso-documental y, por supuesto, un fantasma que a la media hora de proyección uno ruega no sólo que aparezca sino que se cargue de una vez a los personajes y, si es posible, del edificio también. Hablar de actuaciones sería demasiado cruel, los chicos hacen lo que pueden, y se ve que se divierten por cierto. Tal vez es lo único que funciona en esta película, la química entre ellos.

¿Puede tener éxito de todos modos? Sí. No trate de preguntarse por qué. No tiene sentido.