Mandarinas

Crítica de Sergio Del Zotto - Visión del cine

Llega el estreno de Mandarinas de Zaza Urushadze, nominada al Oscar y al Globo de Oro.
A partir de la caída de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas varios estados comienzan luchas territoriales basadas en conflictos étnicos y religiosos. En la región de Abjasia, Margus, un agricultor estonio se niega a dejar la región, ya que se encuentra próxima la cosecha de su plantación de mandarinas. Contará con la ayuda de su vecino, Ivo, que a la vez, fabrica cajones para dicha fruta. Ocurrirá un tiroteo entre fuerzas opuestas, casi en las puertas de sus casas y ambos cuidarán a dos soldados enemigos, uno checheno, otro georgiano, heridos en el conflicto.

Nominada al Oscar y al Globo de oro como mejor película extranjera representando a Estonia, esta película hace del “Pinta tu aldea y pintarás al mundo” el eje de su sentido. Cuando lo que no tiene sentido es la guerra, como gran monstruo de la humanidad. Vecinos en guerra y vecinos en paz. Todos puestos en situación de un apremio que no desean, pero que intereses superiores los arrojan a vivir.
Una situación pequeña, que actúa como caja de resonancia de un conflicto mayor, el de la guerra, retratado por un guión que va entretejiendo situaciones de absurdo, como también lo es cualquier conflicto bélico.

Zaza Urushadze pone en escena una pequeña obra de cámara, que podría ser una obra de teatro, porque lo central está en los diálogos y en las actuaciones de unos actores extraordinarios. Pero no es sólo eso lo que agiganta una película modesta, que de a ratos crece al ritmo del género bélico con explosiones y disparos y por momentos se transforma en un western de hombres que van midiendo su hombría, su honorabilidad y sus lealtades. Y que van aprendiendo y comprendiendo que luchan por un conflicto, que quizás del otro lado del bando, se mueva por intereses poderosos que les resultan ajenos.

Película de gestos mínimos, de acciones pequeñas, de apuntes precisos (por ejemplo hay un soldado que en su vida normal es actor de teatro, no de cine, porque allí no se filma casi nada), de diálogos certeros, no exentos de comicidad (como cuando Ivo y Margus arrojan un camión por la montaña y uno dice: “– Pensé que explotaría”, “Estallan en el cine, el cine es una gran mentira”) y de situaciones de tensión permanente. Su duración es concisa, menos de una hora y media, pero le alcanzan para delinear personajes y situaciones. Hay quienes pueden confundir todo esto con levedad, pero en el fondo es su calma y su visión a pequeña escala, lo que hace que su mensaje antibelicista sea tan profundamente poderoso.