Mandarinas

Crítica de Matias Seoane - Alta Peli

El drama anti bélico Mandariinid (Mandarinas) es la coproducción entre Estonia y Georgia que compitió con Relatos Salvajes por el Óscar a mejor película extranjera que finalmente se llevó la polaca Ida.

Por un puñado de cítricos
La caída de la Unión Soviética abrió las puertas a que en muchos de sus territorios satélite se instalara durante años una situación de guerra civil casi permanente aún no del todo resuelta. Sin la férrea mano del ejército rojo para mantenerlos controlados, afloraron movimientos separatistas y caudillos con ejércitos privados que se enfrentaron a los incipientes estados locales en continuos conflictos como el que amenaza a Ivo y Marcus en el pequeño pueblo perdido entre las montañas de la región separatista de Abjasia donde viven. Aunque todos sus vecinos viajaron hacia Estonia huyendo de los enfrentamientos, ellos se resisten a marcharse antes de terminar la cosecha de mandarinas por más cada día reciban noticias de que los combates se acercan al pueblo.

La violencia los alcanza antes de lo que esperan, cuando una sorpresiva escaramuza frente a sus puertas entre milicianos georgianos y mercenarios chechenos deja un sobreviviente herido de cada bando, a los que Ivo sin dudar un momento salva la vida alojándolos en su casa. Los enemigos no pueden olvidar fácilmente sus diferencias, pero agradecidos con su salvador aceptan una tregua forzada y juran esperar a estar recuperados para terminar de matarse. Ese será el tono de la historia desde entonces, deslizando algo de humor ácido dentro de un crudo contexto dramático mientras dos hombres que se odian sin conocerse pero se ven obligados a convivir en una pequeña vivienda rural hasta que se recuperen de sus heridas. Mientras a Marcus sólo le importa terminar con su cosecha, Ivo será un firme mediador entre ambos, sin revelar sus verdaderos motivos para tanto esfuerzo aunque sus huéspedes sospechen que su negativa a abandonar el pueblo se debe a algo más importante que unas mandarinas.

Para una sociedad civil que sólo la vivió como algo lejano, la guerra puede hacer las entretenidas historias heroicas o emocionantes que muchas veces estamos acostumbrados a ver. Mandarinas en cambio, es claramente producto de una sociedad que la encuentra en su propia puerta y que sabe que puede caer víctima de cualquiera de los bandos involucrados aunque no pertenezca a ninguno de ellos. Sea para defender una tierra que consideran propia aunque nunca la hubieran visitado o para alimentar a su familia, tanto Ahmed como Niko son hombres de honor y actúan convencidos de sus razones para involucrarse, pero la guerra que nos muestran tiene muy poco de honorable o heroica porque esa es la perspectiva de Ivo, un hombre que vivió muchos años y ha visto suficiente como para entender algunas cosas que espera poder inculcar a los ansiosos guerreros más jóvenes.

Aunque las limitaciones técnicas y de presupuesto no son muy notorias, lo que realmente se destaca de esta propuesta es un guión simple pero sólido que cuenta una historia pequeña que ocurre al margen de la guerra. No hay casi sorpresas en el desarrollo de los hechos, pero los personajes logran hacernos desear saber más de ellos contando apenas fragmentos de sus vidas, incluso de forma indirecta o hasta sin palabras. A primera vista Ivo, Ahmed y Niko difícilmente podrían ser más diferentes, pero la apiñada convivencia hace imposible quedarse en la mirada superficial de los prejuicios que cada uno trae y los tres actores saben expresar con gestos o acciones lo que sus personajes no pueden decir con palabras.

Conclusión
Mandarinas es una película bastante teatral que depende mucho de la empatía que generan sus personajes en el público. Tiene una historia simple pero ágil que no pierde tiempo en explicar todo y aunque es profundamente dramática no se regodea en la angustia que puede generar sino que hasta se permite romper algunas situaciones tensas con destellos de humor contenido que no desentonan con el clima general que construye a lo largo de la trama.