Manchester junto al mar

Crítica de Santiago Armas - Cinemarama

Umbral del dolor

Al comienzo de Manchester frente al mar vemos el quehacer diario de Lee Chandler, realizando diversas tareas de plomería y limpieza en algún barrio humilde de Boston, aguantando quejas y evadiendo todo tipo de contacto amigable con sus empleadores. Cuando decide tomarse unas cervezas en un bar, no solo se muestra antipático ante los avances de una joven, sino que además decide agarrarse a piñas con cualquiera que apenas le cruce una mirada. A Lee se lo siente llevando una carga terrible sobre sus hombros, marcado por un hecho fatídico, que conoceremos a través de flashbacks que se irán intercalando con el relato principal. Al recibir la no tan sorpresiva noticia del fallecimiento de su hermano mayor Joe (arrastraba una enfermedad cardiaca terminal), Lee deberá volver a su Manchester natal, una ciudad portuaria de climas grisáceos y nieve congelada esparcida por las veredas. Volver a Manchester significa para él volver a enfrentar sus propios demonios y para colmo recibe la sorpresiva noticia de que su hermano le legó la tutela de su hijo adolecente Patrick, por lo que se verá forzado a establecer un vínculo con el rebelde muchacho.

Si hay algo que define claramente la corta filmografía del escritor, guionista y dramaturgo Kenneth Lonergan son las diversas formas de lidiar con el dolor. Tal como sucedía con You Can Count on Me, en el que dos hermanos se veían forzados a reconectarse tras la muerte de sus padres en un accidente automovilístico, los personajes de Manchester frente al mar deben resolver cómo seguir adelante con sus vidas después de ser marcados por hechos trágicos. Pero afortunadamente a Lonergan no le interesan las resoluciones fáciles ni hacer uso de un manual de psicología para mostrar los dilemas (para eso pueden mirar las impresentables Belleza inesperada y Un monstruo viene a verme), lo suyo pasa por retratarlos a través de las acciones diarias mas mundanas. Así es como vemos al cerrado de Lee lidiando no solo con los tramites funerarios de su hermano fallecido (entierro, herencias, etc.), sino viéndose obligado a cuidar de Patrick, a quien la muerte de su padre en un principio parece no afectarlo, aunque de a poco empieza a resquebrajarlo por dentro. Pero no estamos ante una historia de redención y segundas oportunidades, ya que es tan fuerte el dolor que siente Lee por los errores que cometió en el pasado que se ve prácticamente imposibilitado de establecer algo parecido al amor y al afecto con su sobrino. Y mientras la dirección sobria y justa de Lonergan, sin golpes bajos arbitrarios y con el tono dramático exacto, ayuda a que sintamos internamente este peso que lleva el protagonista a lo largo del relato, es en la impresionante y consagratoria actuación de Casey Affleck que realmente vivimos ese dolor intenso que significa no poder salir del lado más oscuro de nuestro ser, y si bien hay momentos de luminosidad y humor a lo largo de Manchester frente al mar, en el fondo sabemos que existen umbrales del dolor que son imposibles de cruzar, solo queda lidiar con los mismos de la mejor manera posible y seguir adelante.