Manchester junto al mar

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

A pocos días de una nueva entrega de los premios Oscar, llega a las salas locales una de las últimas nominadas rezagadas que cuanta con seis nominaciones, incluyendo Mejor Película. Kenneth Lonergan (“You Can Count on Me”) está acostumbrado a los dramas familiares, intimistas y bastante austeros, y “Manchester Junto al Mar” (Manchester by the Sea, 2016) no es la excepción a esta regla.

El director y guionista se despacha con la historia de Lee Chandler (Casey Affleck), un hombre solitario, dedicado a tareas de mantenimiento, que debe volver a su ciudad natal tras la muerte de su hermano (Kyle Chandler) para realizar los arreglos pertinentes y hacerse cargo de su sobrino Patrick (Lucas Hedges), un adolescente con todas las letras. La idea es que Lee se mude a Manchester y se convierta en tutor legal del jovencito, al menos, hasta que éste cumpla la mayoría de edad, una responsabilidad que no puede aceptar.

A no malinterpretarlo, Chandler es una buena persona que quería mucho a su hermano y hará lo que sea por el bienestar de Patrick, pero hay un hecho que cambió para siempre su vida, lo obligó a distanciarse de todo (este pueblito costero, su familia, sus amigos) y recluirse, literal y emocionalmente.

A medida que pasa sus días en Manchester, Lee va reconstruyendo sus recuerdos más dolorosos, al mismo tiempo que debe buscar un remplazo que pueda hacerse cargo de su sobrino. Esta es básicamente la historia que plantea Lonergan, un conjunto de relaciones humanas ligadas a la pérdida, la aceptación y la culpa.

Affleck y Hedges son el alma de este relato sencillo, que no tiene mucho más para ofrecer más allá de esta interacción, aunque esto no es poca cosa. El director se concentra en el peso que carga su protagonista y cómo afecta a cada una de las personas que lo rodean. Estamos acostumbrados a ver grandes actuaciones oscarizadas donde el sufrido intérprete se desborda y estalla en una escena clave cargada de dolor e histrionismo, pero esto nunca sucede con Casey en “Manchester Junto al Mar”, tal vez, uno de los aciertos más grandes de la película.

Lee es un personaje contenido que sufre en silencio y se autoflagela emocionalmente, incapaz de conectarse socialmente porque así lo decidió. Por su parte, Hedges interpreta a uno de los adolescentes más verosímiles de la pantalla, un chico normal, acostumbrado a los dramas familiares, que sólo pretende seguir adelante con su vida, rodeado de amigos, deportes, su banda de rock and roll y sus noviecitas. Patrick no quiere mudarse ni alterar su rutina y sólo espera llegar a la mayoría de edad para independizarse.

La relación entre tío y sobrino es lo que más brilla dentro de una trama donde los demás personajes parecen meros adornos que sólo aportan un dato por aquí y por allá, sí, incluso las breves intervenciones de Michelle Williams, ex esposa de Lee. Lonergan no tiene necesidad de contar absolutamente todo y deja que el público vaya reconstruyendo el pasado (y futuro) de sus protagonistas. Justamente, lo implícito resulta lo más interesante de su relato y debe agradecerle a Casey por todo esto. El más jovencito (¿y talentoso?) de los Affleck se merece todos los premios a los que aspira, precisamente por esa contención y por no entregar la típica actuación “oscarizable”.

Los austeros paisajes costeros de Manchester (Massachusetts), pueblito de clase media baja dedicado a la pesca, ayudan a crear este clima apacible (en apariencia), pero no definen la acción y a los personajes como otras historias marcadas por el contexto socioeconómico y cultural como “El Ganador” (The Fighter, 2010) o “Atracción Peligrosa” (The Town, 2010). Los escenarios terminan siendo un adorno más, un tanto desaprovechado, como la mayoría de los actores de reparto y una banda sonora bastante desencajada.

Como otras nominadas de este año (léase “La La Land”), “Manchester Junto al Mar” se destaca en su conjunto (y más allá de algunos desaciertos) con un drama poderoso que emociona desde lo tácito y no tanto por sus golpes bajos. Acá, las lágrimas no son gratuitas y el peso de la culpa marca el ritmo a cada paso. Lo importante es cómo cada ser humano procesa el dolor y se para frente a la pérdida de un ser querido.