Mamma Mía! Vamos otra vez

Crítica de Héctor Hochman - El rincón del cinéfilo

Hay una frase proverbial, aparecida en la considerada una de las obras maestras de la literatura universal, “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” (1605), de Miguel de Cervantes Saavedra, que reza:“Segundas partes nunca fueron buenas”.

Ahora bien, si arrancamos que la original de esta película, adaptación del musical homónimo hace diez años, era en si mismo un monumento a la decadencia de la cultura.¿Cuál debería ser el resultado de la actual? Sostenido esto en la categorización de la “música” compuesta e interpretada por el cuarteto sueco.

En los años ‘70 ya se avizoraba ese camino a la perdición cultural, en tanto música, como las demás artes, pero todavía se sostenía la esperanza, entre determinadas “bagatelas”: John Lennon escribía “Imagine”, Lou Reed publicaba “A perfect day”, aparecía “Humo sobre el agua” de Deep Purple dentro del rock más duro, en Argentina asomaba “Vida”, el primer larga duración de Sui Generis. ¿Nada, no?

Si bien algo favorecía a la primera película era que sin ser una buena producción desde lo cinematográficamente hablando, daba la sensación que no se tomaba en serio. Ahora con el aporte en guión y dirección de Ol Parker, el director ingles de “El exótico Hotel Maringold” (2011), basándose en la historia escrita por Richard Curtis. El mismo de “Realmente amor” (2003), “Un Llugar llamado Notting Hill” (1999), “El diario de Bridget Jones” (2001), “Cuatro bodas y un funeral” (1994) entre otras, demarca la decepción nuestra de cada día. (Espero que este tropezón no sea una caída).

Retornando al estreno que nos ocupa y continuando con la línea del guión es tan paupérrimo como casi inexistente, todas y cada una de las escenas que la van conformando no dejan de ser una especie de excusa para los números musicales, casi todos de manera forzada.

La estructura está dividida en dos desde lo temporal, un pasado reconstruido y sabe “Deux ex machina” de la vida cuando joven de Donna (Lily James), mientras que en el presente Sophie (Amanda Seyfried), su hija, está reconstruyendo el hotel erigido en su momento por su madre, recientemente fallecida.

Para la re-inauguración ha invitado a todos sus allegados y conocidos, incluyendo a sus tres padres y las amigas eternas de su madre.

El o los conflictos que debieran aparecer para dar curso a algo parecido a un desarrollo son demasiado pueriles, cuando no banales, todo se resuelve por arte de magia u obra del azar, por lo cual es inútil pedirle algún tipo de encadenamiento narrativo al guión.

Asimismo, se podría elegir usar como parámetro de análisis el trabajo de casting, como para identificar a las consagradas figuras que interpretan personajes en la actualidad y sus respectivos representantes jóvenes en el siglo pasado.

Digamos que entre las mujeres Lily James no es tal cual y no trata de copiar a Meryl Streep, canta bien, hasta mejor, pero sus amigas si bien el parecido es casi extraordinario, lo peor es que, y esto debe remarcarse, funciona casi como una precuela, tratan de imitar a las adultas, se nota el forzamiento en las actuaciones, lamentablemente.

Pero lo verdaderamente deficiente en este rubro se lo llevan los hombres, en realidad hace honor a toda la producción.

Si algo se salva del incendio son los nuevos personajes agregados, Fernando (Andy Garcia) el conserje del hotel y, sobre le final, la presencia de Ruby Sheridan (Cher), la abuela de Sophie.

Sobre el último tercio del filme algo parece haber sucedido, pues al intentar cerrar todas y cada una de las pequeñas historias, para llamarlas de alguna manera, levanta un poco de vuelo.

Nada puede decirse de las actuaciones, todos cumplen, Amanda Seyfred a la cabeza, muy bien secundada por Julie Walters y Christine Baransky (Rosie y Tanya, respectivamente) como Pierce Brosnan, Stellan Skarsgard y Colin Firth (Sam,Bill, Harry). Pero es lo mínimo que se puede solicitar.

Si bien, el ritmo no decae, es gracias y a partir del diseño de montaje, y su ejecución bien realizado, en tanto algunos cuadros musicales son de buena factura, más allá de la música, y los cambios temporales son fluidos, nunca termina por ser algo que seduzca o atrape por completo al espectador, tampoco termina por aburrirlo al extremo.

Lo que vuelve a remitir a lo que esta sucediendo actualmente en relación al cine, a la producción musical, a la literatura, etc.

Tan catastrófica fue la involución de todo, desde los benditos ‘60/’70, que hoy en día, y a partir de lo que se puede escuchar a diario, la producción del conjunto sueco es considerada música, y de la buena, tanto que se la venera con este estreno, y además se la copia. Pobre de las próximas generaciones