Mamma Mía! Vamos otra vez

Crítica de Fernando Sandro - El Espectador Avezado

Secuela del musical de 2008, "Mamma Mia!: Vamos otra vez!" de Ol Parker es todo lo que podíamos esperar que fuese; por esa sencilla razón sale ganando. Debe existir algún diccionario ilustrado de frases cotidianas en el que, al lado de placeres culposos encontramos una imagen ejemplificadora de "Mamma Mia!".
El film que en 2008 dirigió Phyllida Lloyd, adaptando el famoso musical de Broadway, traspasó la barrera de las llamadas chick flicks como cualquier comedia romántica popular, para convertirse en una referencia inmediata de esas películas que todos vimos, aunque sea “de a cachitos” pero que no nos gusta admitir que lo hicimos, o la pasamos bien viéndola.
Es más, originalmente su paso por la taquilla no fue un rotundo éxito. Pero siendo de esas películas que se eternizan en el cable, forman parte de la cultura pop actual. ¿Era un buen film "Mamma Mia!"? No, un simple análisis técnico le encontraría miles de problemas que van desde una historia pobre y torpe a los conocidos problemas de entonación de algunos de sus actores.
¿Entretiene? Sí, mucho. ¿Tenía otra función? No. ¿Era un buen film entonces?
Sí. Diez años después, en secreto, queríamos más de las aventuras de Donna & The Dynamos, de su hija, y de los tres hombres que se disputaron su paternidad. Por eso, acá está "Mamma Mia!: Vamos otra vez!", un fan service absoluto e inimputable.
Lloyd, que siempre fue más directora de teatro (de hecho, era la directora del musical en el teatro), dijo adiós y en su lugar llega Ol Parker, con una trayectoria no tan extensa en la dirección, dos películas previas, un melodrama ("Now is good") y una amable comedia romántica lésbica ("Imagine You & Me"). Eso sí, ambas son chick flicks natas, por eso era el director ideal para esta secuela.
Un hombre con experiencia en “productos femeninos” que no le huyen al lugar común (es guionista también de ambas "Hotel Marigold"), y que no antepondría su nombre delante de la película. Parker también se encargó del guion, pero otro nombre puso acá su firma, Richard Curtis.
Hombre detrás de "Realmente amor", "Cuestión de tiempo", y otras que no dirigió pero sí guionó y llevan su espíritu como "Notthing Hill", "Cuatro Bodas y un funeral", o "Bridget Jones". La presencia de Curtis es fundamental en "Mamma Mia!: Vamos otra vez".
Todo comienza años después de los hechos de la primera película. Sophie (Amanda Seyfried) planea abrir el hotel Bella Donna en honor a su madre (Meryl Streep), en la misma isla griega. Tiene todo listo para la inauguración, sólo le falta algo, confirmar a varios invitados, entre ellos, los más importantes, dos de sus tres padres, Bill (Stellan Skarsgård), y Harry (Colin Firth); y sobre todo su marido Sky (Dominic Cooper), a quien le han ofrecido un tentador trabajo en Manhattan; lo que haría peligrar la relación.
Sophie se siente sola, siente que podrá lograrlo sin la ayuda de los suyos; y es momento de preguntarse ¿Cómo hizo Donna en su momento? Partiendo de esa base, Mamma Mia!: Vamos otra vez es a su vez precuela y secuela.
Veremos los hechos que en la primera película nos habían contado por arriba. Mientras volviendo al presente Sophie prepara todo para la inauguración. En 1979, Donna (Lyly James) termina la universidad y viaja a varios puntos europeos en busca de su lugar, y ya oyó de la isla Kalokairi y presiente que ese es su lugar en el mundo.
Donna conocerá a Harry (Hugh Skinner) en París, un chico virgen que quiere debutar con ella. El playboy Bill (Josh Dylan) la ayuda a llegar a la isa. Una vez en Kalokairi conocerá al amor de su vida, Sam (Jeremy Irvine).
Todos sabemos que de esos encuentros, nacerá Sophie, pero para para eso, habrá que esperar. A diferencia de la primera, "Mamma Mia!: Vamos otra vez" habla menos del romance que de la necesidad de estar rodeado de afectos que nos contengan; de encontrar su lugar en el mundo, y ahí establecerse con los suyos.
Sí, es Richard Curtis, el hombre que entiende el progreso personal a través de crear una familia (en el sentido amplio de la palabra), y nos encanta. "Mamma Mia!" Se veía más como una gran fiesta. Era un solo escenario (no se olviden que era un musical de Broadway), y todos muy alegres y joviales en plan reviente liviano permanente.
En esta secuela, se permite algo más de melodrama, presentar más escenarios, y crear cuadros musicales más coreográficos e imaginativos (irreales).
En cuanto a las canciones, repite algunas del primer film, las inevitables, y explora en un repertorio de ABBA menos clásico que el anterior film. Aparecen canciones que quizás no estén en el oído inmediato de todo el mundo. Esto hará que no se salga tarareando tanto como en primer film, pero por otro lado, juega a favor de conocer más de la banda sueca en la que se inspira.
Hay muchos más personajes que en la original. A Christine Baransky y Julie Walters - y sus respectivas versiones jóvenes Jessica Keenan Wynn y Alexa Davies, respectivamente – y Pierce Brosnan, del primer film se les suman Cher (la abuela de Sophie, madre de Donna, también cantante) y Andy García (el hombre que ayuda monetariamente a Sophie a instalar el hotel); entre varios más, como una aparición muy peculiar de Celia Imrie.
No todos tienen el mismo espacio, pero tienen sus momentos para lucirse. Lily James no sólo se luce cantando (hasta lo hace mejor que su versión adulta), sino que despliega buena gama de carisma protagónico.
Montaje algunas veces sucio, una fotografía colorida pero a veces plástica y hasta deliberadamente irreal – hay intenciones de mostrar un fondo puesto - , algunas inserciones de canciones funcionan mejor que otras, y otra vez, una historia de por más sencilla que ni siquiera se encarga de resolver todo estrictamente optando por métodos simplistas.
"Mamma Mia!: Vamos otra vez", no resiste ninguna análisis fílmico sesudo. Pero es que ni lo intenta. Se acepta como un placer culposo, y su único propósito es divertir, y lo logra. Invita a mover el piecito, a querer cantar, y desparrama un optimismo como para dibujarnos una sonrisa de oreja a oreja. Ofrece más comedia que su predecesora.
Las Tanya y Rosie jovenes son tan graciosas como las adultas, y hay otro personaje que nos sacará carcajadas directas – quédense hasta después de los créditos finales para reírse un poco más –. También, al ser secuela, sabe que su público fue amplio, y lo aprovecha.
Habrá una aceptable celebración LGBTIQ sin necesidad de enrolar banderas (¡vamos, está Cher!).
En definitiva, contagia el espíritu de ABBA. En el mundo real, los problemas no se solucionan cantando. Este es el universo de Mamma Mia! No el de la realidad.