Maligno

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Es, sí, otra vez el niño que nace y tiene en vilo a mamá, papá y por qué no al perro de la familia -aquí no hay tíos ni abuelos- por ciertos comportamientos fuera de lo común.

Sarah (Taylor Schilling, Piper Chapman en Orange Is the New Black) y John (Peter Mooney) son padres primerizos, por lo que puede que se les pasen por alto algunas conductas, digamos, inapropiadas. Que tenga una lucidez mental a los dos años y meses, que sea un niño prodigio, que como Pacho O’Donell tenga un ojo de cada color, o que quiera ponerle un exceso de pimienta a la comida a los 8 años, en fin, no parece encender ninguna alerta.

Pero la película no empieza con Miles (Jackson Robert Scott), sino con una mujer que escapa como puede del cautiverio de un asesino serial. Le falta una mano, pero no agallas. Y el día en que Sarah está por dar a luz a Miles, el asesino es abatido a balazos por la policía.

Y allí donde en su cuerpo comienza a brotar sangre, en las mismas zonas el bebé Miles tendrá manchas de sangre.

Serían por el parto.

¿O no?

Lo bueno de Maligno es que no juega el juego del bebé endemoniado, sino que el desafío pasa por saber qué personalidad extraña, congénita, habita el cuerpito de Miles.

Hay una escena en especial, que dará que hablar. Es una sesión de hipnosis en la que un psicólogo que cree en los fenómenos parapsicológicos será puesto en órbita, sólo con palabras, por el pequeño Miles. O mejor, por el asesino en potencia.

La película tiene sus clisés, como ser los sustos, las apariciones imprevistas, lubricadas con efectos sonoros rimbombantes. Pero dentro del género hasta parece todo muy creíble, desde las peleas entre la pareja por cómo ven a su hijo hasta cierto intento de asesinato.

En síntesis, que la oferta de terror de esta semana bien vale la pena ver.