Maligno

Crítica de Martín Goniondzki - Cinéfilo Serial

La suspensión de la incredulidad es una convención que los espectadores aceptan a la hora de enfrentarse a una película. En realidad, es una expresión que viene desde el siglo XIX, más precisamente de 1817 y fue acuñada por el filósofo Samuel Taylor Coleridge, refiriéndose más que nada a las obras literarias y teatrales pero que hoy en día se extendieron a otros medios de expresión artística. Dicho pacto comprende una voluntad del espectador de aceptar ciertas premisas y/o elementos de la ficción aun cuando sean fantásticas o imposibles en la vida real pero que resulten creíbles en el verosímil que construye el propio relato. Todo esto comprendiendo una diegesis donde el público pueda adentrarse y disfrutar del viaje sin ningún tipo de reparos.

¿Por qué toda esta introducción pesada antes de hablar del más reciente trabajo de James Wan?, se preguntarán. Y es que «Malignant» (título original de la película) es uno de los largometrajes más osados del director y uno de los que más estira/manipula su verosímil al punto de que probablemente un gran sector del público no termine de acordar con dicho relato o lo sienta bastante caprichoso en algunos aspectos.

Si uno ve los trailers del largometraje, todo apunta a que estamos ante otra película de casas embrujadas, algo que ya hemos visto infinidad de veces y que el propio Wan ya supo explotar tanto en «The Conjuring» (2013) como en su respectiva secuela «The Conjuring 2» (2016), y también en «Insidious» (2010), dos de las ahora ya extensas sagas que llevaron a James Wan a convertirse en una de las figuras más importantes del cine de terror del mainstream contemporáneo. No obstante, nada más alejado de la realidad, ya que «Maligno» es un film de terror que coquetea más con lo paranormal (a primera vista) y luego con el policial y el llamado «Body horror». Pareciera que el director decide alejarse momentáneamente de lo que supo hacerlo famoso y volcarse hacia un terreno más salvaje.

En esta oportunidad, el director de «Saw» parece volver más a sus inicios, ofreciendo un relato que juega con lo absurdo y la excentricidad, algo que pudimos ver en parte en «Dead Silence» (2007). Igualmente, aquí se puede ver a un director más maduro donde se mantiene más el foco en una cuidada puesta en escena, un diseño visual impactante que se beneficia del virtuosismo del propio Wan para manejarse dentro del espacio escénico y ofrecer formas creativas de retratar los acontecimientos (especialmente con atractivos movimientos y posiciones de cámara que además de proeza técnica conllevan una gran inventiva a nivel visual).

A modo de breve resumen sin spoilers que puedan arruinar la experiencia cinematográfica, el film sigue a Madison (Annabelle Wallis), una mujer embarazada que lleva una vida bastante complicada con su pareja, un alcohólico y golpeador que la vive maltratando. Luego de un episodio de violencia doméstica, una extraña criatura parece acecharla tanto a ella como a su esposo. Simultáneamente Madison comienza a tener extrañas pesadillas y visiones que la paralizan mientras presencia cruentos y espeluznantes asesinatos. Todo parece empeorar cuando descubre que esos «sueños» son en verdad hechos consumados en la realidad.

James Wan, además de ser un director prolífico dentro del género, resulta ser un gran conocedor del mismo, y por eso no resulta extraño que en su obra podamos ver algunas referencias a ciertos films. Algunos erróneamente conciben a «Maligno» como el «giallo» de Wan, pero si bien homenajea a algunos directores como por ejemplo a Lucio Fulci y algunos de sus largometrajes como podría ser en parte «Siete Notas en Negro» (1977), además de utilizar algunos mecanismos del subgénero a su antojo (guantes negros, armas blancas, etc), aquí la obra representa un clásico film de terror que se nutre de la visión moderna de su autor para obtener un film tan particular como propio. Y es que como mencionamos antes Wan es un gran conocedor del género y decide acatar varios de los clichés y lugares comunes que habitan en él para subvertirlos, exagerarlos y llevarlos al extremo, desafiando toda lógica y realismo.

Pareciera como si Wan se hubiera cansado de haber estado encerrado varios años en el Universo Warren y el de Insidious para volver a sus orígenes y ofrecer un relato tan desfachatado como personal, que homenajea a ciertas películas de Fulci y de Argento, pero también al cine de Cronenberg, el de Raimi y el de Brian De Palma. Incluso entre sus homenajes y su forma de abrazar por momentos el ridículo, podemos vislumbrar algunas cuestiones de «Basket Case» (1982) de Frank Henenlotter, componiendo una extraña mezcla de elementos que llevan a que el relato se sienta un tanto irregular, pero a la vez tan personal como atractivo.

James Wan ofrece un film que no da respiro desde un prólogo que arranca a toda velocidad, situándonos en un mundo de ensoñación pesadillezca como el que sufre la protagonista para luego ir paseándonos por atmósferas opresivas llenas de violencia y sangre. Asimismo, nos presentará algunos giros sorprendentes que nos golpearán con ciertas dosis de absurdo y de extrañeza. Un film que probablemente no sea del agrado de todo el mundo, y que por momentos sufra de algunas inconsistencias en el guion, al igual que de diálogos algo acartonados que igualmente parecen puestos adrede como parte de los códigos que busca emular el director.

«Maligno» es un film entretenido y osado cuya existencia representa una rara avis dentro del cine hollywoodense. Un film difícil de explicar (y vender) que desafía tanto a los espectadores como a la habitual suspensión de la incredulidad a la que invitan los relatos.