Maligno

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Que de una película de terror se puedan decir muchas cosas, tanto a favor como en contra, es de por sí algo positivo. Eso es justamente lo bueno de Maligno, la nueva película de James Wan, el director malayo conocido por haber hecho algunos clásicos del terror contemporáneo como Saw, Dead Silence, Insidious y El conjuro.

Pese a que en su filmografía hay varias incongruencias, irregularidades y decisiones innecesarias, Wan es alguien que sabe lo que hace. En Maligno logra mantener el interés del espectador hasta el final, gracias a su pulso narrativo y a la maestría que tiene para saltar de un género a otro, y para resolver situaciones descabelladas con ingenio y audacia.

Es cierto, hay momentos que están de más y elementos que requieren buena predisposición para aceptarlos. Sin embargo, Maligno es una película que hay que ver por lo arriesgada, interesante, desafiante y compleja que es su propuesta, y porque es tan monstruosa como el villano principal.

La película atraviesa, con yerros y aciertos, subgéneros y tradiciones cinematográficas que van del thriller de acción con balacera a lo Matrix al giallo con vuelta de tuerca eficaz, del gore con toques demoníacos al slasher con atmósfera lluviosa, de la casa con espíritu maligno al body horror con monstruo que promete saga, manejando una cantidad de elementos dispares sin que quiebren el suspenso y el misterio.

Wan sabe cómo cautivarnos con su sabiduría de artesano curtido en los géneros, de realizador con personalidad, que maneja el susto como nadie. Aun sabiendo que detrás de esa puerta se esconde el cuco, Wan se cansa de hacerlo bien.

La casa con espíritu maligno está presente en su cine, y la familia es el otro material con el que siempre trabaja. Es en el seno de la familia donde se producen las situaciones extraordinarias que tienen que atravesar los personajes.

En este caso, la protagonista es Madison (Annabelle Wallis), una mujer de mediana edad embarazada que sufre una agresión muy violenta de parte de su novio. A partir de allí, Madison empezará a presenciar situaciones aterradoras, asesinatos ejecutados por alguien espeluznante.

Desde el comienzo, la película nos da una pista del posible origen del mal que aqueja a la protagonista, cuando en un hospital dedicado a la investigación vemos a una doctora tratar un caso muy particular. Pero todo es secreto. El espectador se irá enterando de a poco de lo que sucede en realidad.

Maligno quizás sea la película más “cronenberiana” de Wan, por el trabajo con el cuerpo y la mente, por la fusión patológica de ambos, por cómo una afecta irremediablemente al otro. Pero a su vez no llega a ser un Cronenberg rotundo, sino que lo aligera con recursos de otros géneros y directores, como el giallo con vuelta de tuerca retorcida de Argento o el slasher clase B más demencial y libre.

En el terror hay al menos dos tipos de películas: las que apuestan por un cine de autor (solemnidad mediante) y las que apuestan por un cine de género (desfachatez mediante). Wan juega permanentemente a desdibujar los límites entre los géneros. Se entrega a los vaivenes de la historia y a sus altibajos con total desprejuicio. Wan tiene el mérito de ser un creador de clásicos del terror y un iniciador de posibles sagas y universos. Maligno es una locura grotesca e inolvidable que apuesta por el riesgo y el amor al género.