Maléfica

Crítica de Juan Samaja - CineFreaks

Una villana que merecía mejor suerte

La propuesta es interesante y tiene dos vueltas de tuerca promisorias, que lamentablemente no han sido adecuadamente instrumentadas en el relato. Quizás esto se deba a que su realizador viene de un oficio más vinculado a los efectos visuales que a la narrativa (cualidad que se nota demasiado); es su primera película como director, frente 94 producciones en las que ha estado a cargo del área de efectos visuales.

Dentro de estas propuestas prometedoras tenemos esta especie de precuela sobre la Bella Durmiente, que relata el momento en que sucede la transformación de Maléfica en la villana clásica del relato infantil. Dicha trama presenta algunas ideas poéticas interesantes, como la debilidad de Maléfica frente al hierro (símbolo de lo humano, frente a la madera, símbolo de la naturaleza que Maléfica gobierna), sin embargo apenas presentadas o se abandonan o caen en un empleo burdo y carente de toda sutileza (como la red con que atrapan a Maléfica en el palacio).

El segundo aspecto original e interesante de la propuesta es la relación entre Maléfica y Aurora, que se inicia como un acechamiento, pero que deviene en una relación de profundo amor maternal. Diría que es casi lo mejor de la película, con el único inconveniente de que este énfasis tan ostensible de los sentimientos maternales y conflictivos de Maléfica frente a Aurora, termina develando con excesiva previsibilidad -y muy antes de tiempo- el giro que la historia pretende dar en torno a quién brinde el beso de amor verdadero.

En cuanto a los personajes, se destacan las tres hadas que crían a la niña, y por supuesto Maléfica, encarnada por Angelina Jolie. El punto más flojo de la película, a mi entender, es el personaje de Stefan (contrafigura de Maléfica, padre de Aurora); básicamente resulta incomprensible su transformación, su inicial apego y luego abandono de Maléfica. Apenas se nos dice que aunque promete amarla, en verdad no la amaba, pero ni se nos explica por qué, ni hay razones para entender sus motivaciones en general, ni en su ambición primera (desde el momento en que roba la joya del páramo), ni en su locura final al enfrentarse con Maléfica, sobre todo cuando la princesa Aurora ya ha superado el hechizo. Stefan es un personaje que ha salido de la nada, y se pierde en la misma nada.

Apenas hay una serie dispersa y errática de aspectos, más narrados que dramaticados, que pretenden justificar el carácter y el crecimiento de Stefan: a) tanto él como Maléfica han perdido a sus padres de niños, pero este rasgo común no los marca de modo parecido porque de entrada se nos ha dicho (nunca mostrado de modo convincente) que el mundo de los humanos está enfrentado al del páramo, y los hombres envidian y ambicionan los tesoros que allí se esconden; y b) el robo de la joya cuando niño pretende ser una especie de “prueba” del cáracter ambicioso del Stefan adulto. Sin embargo, ambos componentes resultan insuficientes y excesivamente torpes en el desarrollo. Hubiese sido necesario desarrollar más equilibradamente el personaje y el contexto de Stefan, donde se nos permitiese conocer de modo dramático el contexto deshumanizado en el que vive, y no sólo mencionarlo.