Maléfica: Dueña del mal

Crítica de Nicolás Ponisio - Las 1001 Películas

Fantasía sin imaginación

En 2014, Maléfica supuso uno de los primeros intentos de tomar un clásico animado de la casa del ratón y adaptarlo, como ahora ya es costumbre, al formato live-action. Y si bien era un film que cumplía moderadamente, lo interesante yacía en su propuesta como reescritura de la fábula clásica de La bella durmiente centrada en la villana del relato, la hechicera Maléfica (Angelina Jolie). Quien alguna vez fuera la temida Némesis del relato, ahora obtenía un nuevo trasfondo que la transformaba en víctima y victimaria para terminar convirtiéndose en la salvadora de la princesa Aurora (Elle Fanning). Cinco años después de su estreno, llega Maléfica: Dueña del mal, una secuela mucho menos inspirada que su primera parte y que atenta principalmente contra la base de su origen, al tratarse de una fantasía sin imaginación.

En esta segunda parte, Aurora es quien rige como justa soberana del reino mágico del Páramo, que se mantiene alejado del reino humano Ulstead, al menos hasta que la princesa acepta la propuesta de matrimonio del príncipe Philip (Harris Dickinson). El compromiso significaría la unión entre ambas comunidades, entre los humanos y los seres mágicos. Pero, más allá de que el título implica que la dueña del mal es Maléfica, en realidad la villana que se opone a toda costa a dicha unión es la madre del príncipe, la reina Ingrith (Michelle Pfeiffer). Es así como la organización del gran casamiento no es más que un ardid dentro del plan para deshacerse de Maléfica al inculparla de hechizar al rey y así poder llevar a cabo una guerra para acabar con el reino mágico.

Vista una vez más como la villana, ganándose el rechazo de su ahijada Aurora, Maléfica en su soledad se encuentra por primera vez con los de su especie, un grupo de hadas oscuras que vive en la clandestinidad, liderado por Conall (Chiwetel Ejiofor). Y si bien el film trata de traer a colación temas como la cercanía a los seres queridos y la búsqueda de aceptación, la historia narrada opta por recaer en lugares estereotipados. Los mismos, son acompañados por una falta rotunda de ritmo, contando con una narrativa monótona y carente de interés. Incluso, la protagonista que da nombre al film se ve desdibujada, sin tener un desarrollo o labor importante más que la de liderar a los suyos hacia la inminente guerra.

Los aspectos visuales y de creación de mundo son llevados a cabo con una saturación de creaciones CGI y estridentes colores que, en los mejores casos cuando hay ciertos pasajes con algún encanto geográfico, se presentan de manera excedida y estridente, algo que termina volviendo caótico y enervante al mundo descripto. Es cierto que se trata de un producto para niños, pero incluso teniendo eso en cuenta, lo que se hace con el material dista mucho de lograr entretener a los más pequeños. A esto se suma una duración de casi dos horas que, si colma la paciencia de un adulto, también logrará hacerlo con la de los niños en menos tiempo.

De esta manera, Maléfica es la dueña del mal uso narrativo, otorgando una aventura que busca entretener y no lo logra, ya que i la primera parte reescribía la fábula y traía una vuelta de tuerca más moderna, aquí se busca ir por el camino más clásico con mucho menos vuelo (imaginativo y narrativo) que el que le vemos emplear a la protagonista con sus alas negras surcando el cielo. Si el film de 2014 encontraba la forma al apelar tanto al relato clásico a la vez que le otorgaba nuevos elementos, el de 2019 escribe su propia historia borrando con el codo todo lo bueno y novedoso logrado por su antecesora.