Maléfica: Dueña del mal

Crítica de Marcos Guillén - Cuatro Bastardos

[REVIEW] Maléfica: Dueña del mal.
Una de las emblemáticas villanas de la casa del ratón está de regreso, y no, no será por fin la Maléfica que conocimos en la animación de 1959, esa magnífica adaptación de Clyde Geronimi y Erdman Penner, porque una vez más solo serán engaños.
Concebida como la villana por antonomasia desde su nombre, referencia obvia que igual haremos, hasta en sus acciones; cayó en una suerte de reivindicación con su aparición en las remakes/adaptaciones con actores de carne y hueso. Inesperada pero efectiva vuelta de rosca de la clásica historia de la Bella Durmiente, cuento original de Charles Perrault que escribió Linda Woolverton (Alice in Wonderland, The Lion King). La premisa fue que todo era un error de lectura, que ella no era la villana sino más bien una incomprendida criatura de un mundo que poco entendían los mortales. Un juego de mala fama y mucha corrección política, que sin lugar a dudas destruyó una cimentada celebridad al hada malvada, y fue en ciertos momentos entretenida.
Pero, y ya que estamos, reescribir por completo el clásico no es el problema, cada generación puede y tiene sus lecturas de los relatos y más tratándose de los construidos con arquetipos que logran trascender su época. Dicho esto, la secuela que en su título parecía proponer una nueva vuelta de esa rosca infinita, cae una vez más en la opción cómoda o mejor dicho acomodaticia a los tiempos que corren sin generar una verdadera ruptura con el personaje. Ella no será por fin mala, no, simplemente y otra vez, mal entendida. Tiene su lado tóxico en su relación con Aurora, sí, pero desarrollado sólo como una herramienta para el flácido nudo de la trama. Uno que repite de la entrega anterior, esta vez en las rocambolescas tramas de la reina Ingrith, madre del príncipe Philip, el futuro esposo de Aurora.
Todo se resume en una tergiversación de los acontecimientos, en la insoportable nulidad de carácter con que dotan a la joven reina del Páramo aún cuando ella fue protagonista de ese maltrato histórico con que cubren la figura de Maléfica. Y de ahí en más, solo una sucesión de secuencias que enredan una trama cuyo esbozo no logra liberarse por fin del nuevo encajonamiento que le hacen a los personajes femeninos. Que surja la raza de las hadas oscuras, una suerte de pueblo mágico olvidado y acorralado pudo haber funcionado si tan solo se le hubiera prestado más atención a la construcción de su lugar en la historia. Sumar a veces es solo amontonar y claramente es lo que sucede. Lo pueblos originarios intentan retomar su lugar en el Páramo y el reino que poco a poco ha usurpado las tierras, pero solo queda como algo anecdótico, y si le sumamos que Maléfica es una especie de elegida, nunca sabremos muy bien para que, termina haciendo que la historia se ralente con tanto lastre.
El juego del elenco protagónico es acotado y superficial, surtiendo a los personajes de una repetitiva gama de gestos, y no son ellos claramente el problema; Angelina Jolie, Michelle Pfeiffer, Elle Fanning, Ed Skrein y Chiwetel Ejiofor realizar su labor con entrega, pero con una historia tan bidimensional en sus metáforas es ciertamente constreñido y por qué no, aburrido de ver.
Atiborran al espectador de sobreentendidos y claras referencias a fantasías conocidas como «El señor de los anillos» o la más reciente «Game of Thrones»; en el enfrentamiento épico de dos reinas particularmente en este último ejemplo, que al carecer de bagaje dramático no logra trascender el efectismo. Claro que los efectos especiales, en particular el abarrotado y ecléctico diseño de vestuario y el diseño de producción en general visten al film de una espectacularidad apabullante, de un esplendor que ciertamente enceguece al espectador ante una historia poco inspirada.