Maldito seas Waterfall!

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Las divertidas desventurasde un ocioso rentista porteño

Después de "Dormir al sol", sobre texto de Bioy Casares, que le brindó su amistad, y mientras se concreta "El país de las últimas cosas", adaptado a cuatro manos con el propio Paul Auster, Alejandro Chomski nos regala esta versión "de entrecasa" de la novela de Jorge Parrondo "Maldito seas, Roque Waterfall".

La historia es la misma. Un flaco dedicado al dolce far niente es objeto de estudio de un documentalista germano, y objeto de transformación de una vecina amiga de la vida sana. Por supuesto, hay diferencias. El Roque Waterfall de la novela, de 40 años, vive en EE.UU., tiene un edificio en Beverly Hills, y se enreda con una rubia llamada Gladys McAllister, categoría Milf, como hoy se denomina a las señoras de buen ver y accionar. El de la película, 30, vive en Villa Crespo, tiene un inmueble en Barrio Parque Los Andes, y se enreda con una rubia llamada Carla del Pont, categoría flaca histeriquita. El germano sigue siendo germano, nacido Hans Günther Flögenhoefer y aquí abreviado Hans Hofer.

También se abrevian algunas situaciones, se suavizan el humor y la crítica de costumbres, pero los personajes ganan presencia y resultan queribles. Este Roque rentista se da la mano con todo el mundo, es voluntarioso, es de Atlanta, tiene una santa paciencia con la rubia (paciencia que no tuvo el perro de la rubia, que prefirió suicidarse), en fin. Botón de muestra, la escena donde se pone a charlar sin apuro con otro tipo, de auto a auto aunque el semáforo esté en verde y los de atrás se desesperen.

Elogio de la vida calma, las costumbres de soltero y otros placeres que no están en los libros, "Maldito seas..." incluye de paso una humorada sobre las "películas independientes", una precisa descripción de la falsedad argentina, un gag muy sutil relacionado con el sonido, en la repetición de una escena, un cameo de Matías Alé y un error: el primer documental que ganó la Palma de Oro de Cannes fue "El mundo silencioso", 1956, y no "La vida holgada", del susodicho Hofer.