Malas enseñanzas

Crítica de Martín Stefanelli - ¡Esto es un bingo!

Corazón de tiza

Hay un problema con el verosímil en Malas enseñanzas: a esta Cameron Díaz que luce toda su belleza nadie le puede creer que fracase como cazafortunas y no logre conseguir un millonario que la mantenga. Pero sólo es un verosímil que no funciona conmigo, que con gusto, si fuera millonario, no dudaría un instante en poner billete sobre billete para darle la vida que merece a esta profesora de high school medio pelo. Aunque creo que puede haber miles de potentados dispuestos a hacer lo mismo, Elizabeth Halsey, su personaje, se pasa toda la película elucubrando estrategias con alto grado de malevolencia para conseguir que Scott Delacorte (Justin Timberlake), nuevo profesor y heredero de un emporio relojero, le entregue su corazón, y su dinero, claro.

La profesora Halsey cree que sólo una cosa (o mejor dicho dos: un par de tetas) puede hacer que Delacorte olvide un amor pasado para dedicarle toda su atención. Con eso establecido como meta, Malas enseñanzas se vuelve ese tipo clásico de comedias de aventuras con un objetivo concreto (siliconas y de las grandes) que en medio del camino y casi sin quererlo, le da a su protagonista una lección sobre las cosas importantes de la vida.

¿Qué hace que nos podamos encariñar con alguien tan interesado en el vil metal? ¿Qué hace que el espectador se pueda identificar con un ser que a simple vista parece despreciable? Podría ser en parte el carisma y la gracia de Cameron Díaz, pero en realidad Malas enseñanzas hace que le tomemos afecto y nos pongamos en su lugar rodeando a este personaje de otros mucho más mezquinos y, sobre todo, de habitantes de un mundo provinciano bastante opa del que cualquiera desearía escapar. Y que justificaría la peor brutalidad con tal de poder abandonar ese mundillo macabro que es la escuela pública de un pequeño pueblo americano.

El inconveniente es que esta bad teacher no es tan mala como podría serlo si el guión hubiera dado rienda suelta a la locura. Los chistes no son muy divertidos y parecen demasiado concentrados en resaltar la figura de Cameron Díaz sin dejar que el descontrol se adueñe de la película por completo. Hay algunos momentos… pero, chicos de Hollywood: marihuana ya fuma hasta la nonna.

Lo más interesante de esta película pasa por la representación de ese mundo abominable poblado de seres tan desagradables como “la profesora buena” que pretende “enseñar jugando”, el director del colegio medio bobote o la educadora gorda y tímida que vive la vida como dejándola pasar. Es decir, personajes que todos podemos reconocer hasta en una escuela pública de la provincia de Buenos Aires. No nos podemos olvidar del profesor de gimnasia que nunca pasa desapercibido; acá ese profesor es el buenazo de Jason Segel, que después de andar enseñando en la cancha de básquet es el encargado de la educación sentimental de la mala maestra. La química que hay entre los personajes es buena, lástima que la película no se dedique un poco más a ellos dos. Es que se trata de esas películas que homenajean a un actor. La pantalla de Malas enseñanzas es toda para Cameron Díaz, quizás por eso los planos son tan planos y no tienen más relleno que su propia figura. Lo único que importa es ella y su sonrisa. Y eso no está tan mal cuando muestra los dientes, pero a veces, a pesar de caer rendidos a sus pies, nos levantamos para pedir algo más. De lejos tiene barba y se parece a Judd Apatow, de cerca es una rubia increíble. El problema es que no siempre preferimos lo segundo.