Malas enseñanzas

Crítica de Lucas Moreno - Bitácora de Vuelo

SOBRESALIENTE LO FELICITO

Quien crea que Malas Enseñanzas es una comedia pedorra retírese inmediatamente de esta página. Jake Kasdan filmó una apología a la inmoralidad con una estrategia irrefutable: igualar película con personaje. Cualquier adjetivo que describa a Cameron Díaz transparenta Malas Enseñanzas. El creador se pone a imagen y semejanza: Cameron Díaz es el patrón de conducta de Jake Kasdan y esto logra un feedback milagroso: actriz y director se miran, guiñan y comparten el mismo sistema de valores.

Frivolidad. Inteligencia. Hartazgo. Cinismo. Carisma. Estupidez. Descontrol. Estafa. Oportunismo. Seducción. Grosería. Provocación. Ridiculez. Individualismo. Mediocridad. Pesimismo. Felicidad. Cliché. Conformismo.

Elementos batidos para que el trago te ponga de la nuca y te infle de locura. Malas Enseñanzas grita que la educación es patética, indistintamente de quién la ejerza. Díaz y Kasdan saben que el rejunte enciclopédico no sirve y que la escolaridad construye chicos tarados, numéricos, competitivos y arribistas. Bajo este clima postapocalíptico, mejor testimoniar la estupidez propia y ajena y que todo se vaya al carajo.

Entonces tenemos a una profesora nihilista que quiere hacerse las tetas para casarse con algún galán tonto que la mantenga. Esta ambición saca de Cameron Díaz una perra perversa que admiramos porque es más perverso el entorno que combate. Sucede que Kasdan caracteriza a los docentes como residuos sociales, aquellos que terminaron dando clases por descarte. Ahí está la púa lúcida de Malas Enseñanzas: los humillados sociales reciclan su humillación formando nuevas generaciones en clautros escolares. Al buscar Cameron Díaz salir de este círculo vicioso le aplaudimos sus excesos.

El desubique de Malas Enseñanzas es un logro; Cameron Díaz parece un personaje de John Waters. Pero la destreza de Kasdan es camuflar su película como una comedia de consumo pasatista, cuando en realidad tira ácido sobre el sistema educativo.
Podría decirse que es una película tendenciosa y tramposa, pero exactamente así debe ser para que su filosofía cierre redonda.
Nadie aprende nada. Nadie le enseña nada a nadie. La única lección que Cameron Díaz le da a un alumno es contradicha por sus propios actos.

Película bardera y silenciosamente inteligente. El mejor mal gusto de una comedia yanqui.