Malamadre

Crítica de Matias Seoane - Alta Peli

No es instinto

Hay preguntas que parecen fáciles, de respuesta obvia e instantánea. Tan evidentes que resulta ridículo hacerlas en voz alta sin recibir una burla. La definición de lo que es una buena o MalaMadre parece una de ellas.

Con dos crías a cuestas, Amparo Aguilar se dio cuenta de que no solo no es una pregunta fácil de responder, además es una que muchas veces nadie se hace, ni siquiera cuando forma parte importante de su vida diaria.

Para intentar responderla, entrevistó a muchas mujeres de diferentes edades y estratos socioeconómicos. Cuentan sus experiencias maternando, con especial interés en cómo se parece o diferencia de las expectativas que tenían sobre ese rol antes de convertirse en madres, teniendo siempre presente que ella misma afirma no tener idea de lo que está haciendo todos los días.

Con una fotografía en blanco y negro en alto contraste, quitando todas las distracciones para poner el foco en las entrevistadas, cada una de las mujeres cuenta lo mejor y lo peor de su experiencia personal. Se atreven a exponer sus miedos y sorpresas ante un rol que podrán ejecutar por instinto y a la perfección llegado el momento, según les dijo la sociedad.

Como es de esperarse cada historia es diferente, pero la mayoría concuerda en algo: se parece poco o nada a lo que le habían anticipado que sería.

La propia historia de la directora también se mete en la narrativa de Malamadre. Primero con una fábula semi autobiográfica narrada con sombras animadas, haciendo de introducción a algunos temas; luego entrevistando a las dos pequeñas personas que la convirtieron en madre, quienes aportan a la pregunta de la película una perspectiva desde el otro lado del mostrador.

Reflexionando sobre la imagen romantizada de lo que implica ser madre, algo que socialmente parece obligatorio sostener, pero sin que eso implique convertirse en un manifiesto anti maternidad, Malamadre habla sobre construir un nuevo y más honesto paradigma, para que las mujeres que se embarcan en ese proyecto puedan hacerlo con información más realista sobre lo que les espera.

Lo hace con humor y ternura cuando hablan del amor que sienten por esas criaturas que les enseñan algo a diario, y con compasión cuando se atreven a mencionar esos miedos que todas parecen haber sufrido en silencio, bajo la convicción de que es mejor callarlos porque una buena madre no debería jamás pensar en esas cosas. Y lo hace con horror cuando alguien se atreve a contar una experiencia de violencia obstétrica que hiela la sangre.

Aunque está indiscutiblemente bien filmado y bien narrado, lo que más destaca de este documental es que se siento tan honesto como visceral. No está contando desde lejos algo que ve pasar por un costado: la directora se está metiendo con algo que la conmueve profundamente. Eso se nota en la pantalla, lo que no es poco decir.