Making off Sangriento: Masacre en el set de filmación

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

Sniff, snuff, acción

Con gran acogida en el Festival Buenos Aires Rojo Sangre donde obtuvo el Premio del Público, este cortometraje ampliado ahora a largometraje, dirigido y escrito por Hernán y Gonzalo Quintana, es una digna autoparodia, sátira, gore, que introduce al slasher vernáculo por la puerta grande y que, consciente de su propio norte y su acotado nivel de pretensiones artísticas, explota en el mejor sentido del término con una economía de recursos notable.

La premisa sugiere que la mejor coartada para un serial killer, cuya preferencia no es otra que la fauna de estudiantes de cine, es sin lugar a dudas un set de filmación donde un grupo de estudiantes se encuentran en pleno rodaje de la tesis para lo cual realizan un corto de terror que tiene como protagonista a un asesino serial, entre otras cosas.

Cine dentro del cine con altas dosis de humor, el relato incorpora la auto referencia desde el minuto cero cuando una cámara documenta los entretelones del rodaje mientras el asesino camuflado de actor hace de las suyas y desata un verdadero carnaval de tripas, sangre y mutilaciones, en pleno ritual de cacería de cada uno de los miembros del equipo (productores, maquilladores, asistentes y actores), incluido un director Lisandro Acuña, caricaturizado por sus pretensiones cinematográficas -en clara alusión al realizador Lisandro Alonso-, quien acepta unirse a este proyecto menor como parte de su experimentación artística entre la frontera de la representación, el artificio y la realidad.

El elenco cumple en su derrotero de pesadilla pero quien más sorprende es el rockero punk apodado Marcelo Pocavida en el rol de serial killer –con cierto parecido a Javier Bardem en la película Sin lugar para los débiles- no sólo por su naturalidad frente a cámara sino por su fotogenia a la hora de resaltar sus rasgos psicopáticos. También se une a este proyecto de los hermanos Quintana y en este caso delante de cámara otro referente obligado del cine de terror local como Javier Diment (La memoria del muerto) en el rol del perverso detective Caligari (sin su gabinete) que sigue los pasos del monstruoso demente.

El equilibrio entre el humor y los exabruptos gore, que incluyen una felatio bastante jugada en cámara por sus efectos, marcan la principal característica positiva de una película que sabe hacia dónde se dirige y piensa en el público que la consumirá sin reparos, entre risas y la predisposición a pasar un rato agradable.