Magic Mike

Crítica de Karen Riveiro - Cinemarama

Cuerpos felices. Aun cuando que se sabe que Magic Mike no es un film acerca de strippers (o, al menos, que intenta no serlo), la sensualidad alegre de los cuerpos que la recorren la hace mucho mejor de lo que en realidad es. Así, los momentos en que la película de Soderbergh juega a ser oscura, seria y hasta conservadora tienen su contrapeso en la masculinidad festiva de sus hombres, que se sacuden, juegan y hacen reír cada vez que pueden. Por lo demás, Magic Mike es un relato que se abre hacia múltiples direcciones interesantes pero que, al forzarse a sí mismo a dirigirse a una en detrimento de las otras, pierde su oportunidad de ganar la soltura que sus bailes sí poseen.

Mike (Channing Tatum) es reparador de techos, diseñador de muebles y, desde hace años, la estrella del club Xquisite. Desde el comienzo se lo señala como una persona ambiciosa y que disfruta de sus logros, alguien que goza de la vida con mujeres, tragos y baile, y que pretende hacer mucho dinero para mantener ese estilo de vida. A la par, la película abre varias líneas que tienen que ver con las aspiraciones personales, la economía, el problema de las drogas, o el deseo femenino. Pero cuando de pronto Mike se enfrenta a su jefe Dallas (Matthew McConaughey), se aleja de su amigo y discípulo Adam (Alex Pettyfer) y se vuelve cercano a Brooke (Cody Horn), sus deseos y prioridades cambian rotundamente, y así también los del film. El mundo de los strippers se tiñe de azules fuertes y, con ellos, el club de los cuerpos alegres se torna oscuro, triste y lleno de almas perdidas.

Finalmente nuestro protagonista decide alejarse, y allí es cuando la película de Soderbergh se vuelca a su costado más serio y conservador: Mike deja su trabajo como stripper, decide no irse a vivir a Miami y, en cambio, se escapa a desayunar con su chica. Así, el film abandona la magia, que no se pierde en las decisiones de su personaje sino en el esfuerzo por pintarnos el contraste de esos dos mundos (y así probar la conveniencia del gran giro del relato). De todos modos, cuando Mike se va para siempre del club en su camioneta, le caen lágrimas. La adrenalina de ese lugar que ahora se escucha de fondo no lo hace feliz, pero él sabe (y nosotros también) lo difícil que será abandonar la alegría de esa fiesta que consistía en hacer divertir a los cuerpos.