Magia a la luz de la luna

Crítica de Hugo Zapata - Cines Argentinos

Si uno se deja llevar por las críticas que suelen recibir en este país los filmes de Woody Allen parecería que el director es la encarnación del Rey Midas.
Todo lo que hace es brillante y sólo filma obra maestras a las que no se les puede objetar nada.
Un asunto ridículo que no resiste mucho análisis.
La verdad que es admirable la pasión de Woody por seguir contando historias en el cine. Cuando otros artistas piensan en el retiro, él a los 78 años sigue gestando proyectos de manera ininterrumpida.
Un realizador que no perdió su magia y todavía ofrece películas de gran nivel, como pudimos ver hace poco en Medianoche en París y Blue Jasmine, que claramente sobresalieron entre sus últimos trabajos.
Ahora bien, si no comulgás con los seguidores obsecuentes del director seguramente tenés claro que no todas sus películas son brillantes.
Creo que Woody Allen tiene una segunda selección dentro de su filmografía que se diferencia de los títulos esenciales de su carrera.
Ni siquiera digo que sean filmes malos, simplemente no están a la altura de sus grandes obras, algo que es natural y comprensible.
En esta línea podemos citar producciones recientes del director como Conocerás al hombre de tus sueños, Que la cosa funcione y A Roma con amor que difícilmente serán recodadas entre sus grandes clásicos.
Magia a la luz de la luna pertenece a este grupo y deja cierto sabor amargo porque la historia era muy prometedora.
La trama está ambientada en París durante los años ´20 y se centra en un ilusionista (Colin Firth) que se propone desenmascarar a una supuesta psíquica (Emma Stone) a la que considera una estafadora.
Un tema que en la vida real brindó debates memorables entre el escritor Sir Arthur Conan Doyle, un profundo creyente del espiritualismo, y el mago Henry Houdini, quien desconfiaba de estas cosas y solía desafiar a los parapsicólogos para demostrar que engañaban a la gente.
La discusión que plantea esta cuestión es realmente apasionante y la película de Woody aborda el tópico de un modo superficial. El film no deja de ser otro trillado relato sobre un hombre pesimista que encuentra una visión diferente de la vida al enamorarse de una chica más joven.
Magia a la luz de la luna carece precisamente de magia y romance porque es un gran déjà vu en la filmografía del director.
Los chistes suenan gastados y viejos debido a que Allen ya trabajó historias similares en otras oportunidades.
No ayudó tampoco que el film presente a una de las parejas cinematográficas con menos química de los últimos años. Es absolutamente imposible comprar la relación entre Colin Firth y Emma Stone porque no hay chispas entre ellos y los personajes tampoco se conectan entre sí.
La película hubiera sido mucho más interesante si se enfocaba especialmente en el misterio de la psíquica.
Firth y Stone tienen momentos simpáticos en el film pero el romance entre los dos personajes es completamente inverosímil.
Todo el humor de esta producción resulta trillado porque Allen ya presentó diálogos similares en otros trabajos. Por consiguiente, el interés inicial que generaba la trama se desvanece enseguida y la película se vuelve aburrida con el paso del tiempo.
Más allá de la fotografía de Darius Khondji y la recreación de época que tiene sus puntos fuertes en la ambientación y los vestuarios, la última película de Woody Allen no será recordada como una de sus labores más inspiradas.