Magia a la luz de la luna

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

Abracadabra según Allen

El amor, a veces, es una cuestión mágica. Otro año y una nueva película de Woody Allen - la número 44- cuyo comienzo está ambientado en Berlín de la década del ´20, con un exitoso mago "oriental" que hace desaparecer a un elefante del escenario.

Magia a la luz de la luna explora nuevamente las relaciones amorosas narrando la historia de Stanley Crawford (Colin Firth, de El discurso del Rey), quien se esconde detrás del ilusionista de grandes bigotes y trenza, y por pedido de su amigo Howard (un estupendo Simon McBurney) viaja a la residencia de los Catledge en la Costa Azul con el objetivo de desenmascarar a Sophie (Emma Stone, de El sorprendente hombre araña), la medium de la que todos hablan, y que fue contratada para "contactar" a un marido muerto.

El mayor encanto de la comedia romántica del cineasta neoyorquino son los paisajes capturados como grandes pinturas por el director de fotografía Darius Khondji, el vestuario y los personajes secundarios que empujan el relato aún cuando la pareja protagónica, Firth-Stone no tenga siempre la química necesaria.

Un amor casi imposible, deseos cruzados, tías que toman el te, gags que dan en el blanco gracias a la verborragia del protagonista (alter ego del realizador, arrogante y escéptico de los sucesos paranormales) y una relación que se va construyendo como por arte de magia. No es la mejor película de Allen pero tampoco desencanta.