Magallanes

Crítica de Adolfo C. Martinez - La Nación

Entre el perdón y la culpa

En la multitudinaria Lima actual vive Harvey Magallanes, un taxista solitario y resignado a una vida precaria y sin ilusiones. Una tarde asciende a su coche Celina, una mujer que conoció 25 años atrás, cuando él era un soldado atrapado en la pesadilla de enfrentar a los integrantes de Sendero Luminoso, y ella una campesina todavía menor de edad. Ella no lo reconoce, pero él no ha podido olvidarla y tras seguirla a escondidas descubre que la muchacha vive sola y que se halla arrinconada por la presión de una abusiva prestamista que amenaza con despojarla de su peluquería si no paga sus deudas.

Magallanes cree hallar en Celina y en sus apuros económicos una posible vía de redención y, posiblemente, una última oportunidad para el amor. ¿Qué hacer para retornar al pasado y ayudar a esa mujer desamparada? Para ello su deseo es conseguir dinero y así se arriesga a chantajear de manera anónima a quien fue su comandante en la zona de emergencia y que ahora lo utiliza como chofer, amenazándolo con revelar su decisiva participación en los hechos que fracturaron brutalmente la vida de Celina.

Sin embargo su plan se verá frustrado por una serie de acontecimientos que pondrán en peligro su vida y, lo que es más, se ve rechazado por esa mujer que sólo ha conseguido sobrevivir a fuerza de intentar olvidar el atroz pasado que él representa para ella. Relato sin duda directo y duro sin caer nunca en el panfleto, Magallanes explora la experiencia de volver a encontrar a una persona a la que su vida ha sido destruida. A su vez indaga en la humana ilusión de querer curar las heridas ajenas y propias, además de examinar también la imposibilidad de olvidar y el agobiante impulso de querer seguir huyendo. El novel director y guionista Salvador del Solar explora con hondura la personalidad de sus dos personajes centrales y extrae de ellos un micromundo que revelará el reencuentro entre ambos y de qué manera seguirán rigiendo sus respectivos presentes.

Con impecables rubros técnicos y un elenco de indudable calidad -los trabajos de Damián Alcázar y de Magaly Solier sobresalen por su tinte de fuerte dramatismo-, el relato logra lo que se propuso: hablar de la memoria, de la culpa, de la ilusión y del perdón.