Madres perfectas

Crítica de Ramiro Ortiz - La Voz del Interior

El muelle secreto

Para llevar al cine a una ganadora del Premio Nobel de literatura como fue la británica Doris Lessing se pusieron a trabajar la directora de habla francesa Anne Fontaine y un semi monstruo de las adaptaciones como Christopher Hampton, quien ya lo hizo anteriormente en muchos filmes de época virados hacia el drama romántico como Relaciones peligrosas, Carrington, Mary Reilly o Expiación, deseo y pecado donde ya mostró suficiente habilidad para lidiar con el universo femenino.

Y era necesaria para este argumento tan complejo, un típico caso donde la ficción podría matar a la realidad si no se trabajara debidamente la credibilidad.

Es que Madres perfectas cuenta una historia muy poco común en el cine, como es el amor entre dos amigas maduras con el hijo de la otra. Un recorrido apasionante ni bien se supera la incredulidad, porque permite bucear por sitios recónditos de la condición humana y social.

Cabe decir que el relato está construido casi como un best seller: un lugar paradisíaco junto a la playa, actores bien parecidos (y famosos como Naomi Watts y Robin Wright), ambientes culturales e intelectuales elevados, imágenes tan cuidadas como el tratamiento de las emociones, entre otros arquetipos.

Difícil sintetizar aquí el universo del relato pero en cambio vale decir que el filme invita a pensar sobre el significado del amor, el paso del tiempo vital o los moldes sociales que nos apresan y que en este relato los tópicos son atravesados por los protagonistas, para llegar hasta donde lo pide la necesidad de encontrar libertad para seguir viviendo.

El filme representa todo un desafío para el espectador pues, consciente de que es imposible abarcar todo, deja espacios en blanco para llenar y se anima a cruzar fronteras de confort.