Madres perfectas

Crítica de Paraná Sendrós - Ámbito Financiero

Una delicada historia de complicidades

Alguna vez pasó algo semejante. Fue en Rodhesia, un país del Africa que ya no existe, donde vivían pocos blancos, generalmente aislados en sus granjas. Una mujer enganchó al hijo de su vecina, y ésta al hijo de la primera, con pleno conocimiento y conformidad de ambas. Alguien se lo contó a Doris Lessing, que creció en esos lares y años más tarde escribió un cuento con esa base.

En el mismo, desliza su mirada sobre la amistad femenina, los vaivenes del deseo y el amor, los permisos secretos y los grupos cerrados, el paso del tiempo, la conciencia de lo provisorio, el ejercicio de la discreción, y la natural adaptación a cada etapa de la vida, algo que cierta gente no acepta, sin saber lo que se pierde. El cuento se llama "Las abuelas", y encabeza un libro con relatos de ensoñaciones, frustraciones, y resignaciones, o no.

Anne Fontaine, que ya había filmado historias de afectos poco recomendables ("Cómo maté a mi padre", "Nathalie X", luego recreada por Atom Egoyan en "Chloe", etc.) charló con la propia Doris Lessing, acordó interpretaciones, y encargó el guión a Christopher Hampton, que ya había adaptado una pieza de Colette, "Cheri", sobre cierta señora puesta a darle cariñosas enseñanzas al hijo de su amiga, con plena anuencia de ésta.Solo que se trataba de colegas de la noche, y no había reciprocidad, ni riesgo de reproche social.

En la historia que ahora vemos, la transgresión y los riesgos son mayores, y también la simbiosis entre las dos mujeres e incluso entre los dos muchachos, al punto de hacernos pensar en la posible concreción indirecta de otra clase de deseos.

La adaptación muestra unos pocos cambios: profesiones, lugares, el modo en que las cosas se revelan. La esencia, las tentaciones, torpezas y angustias siguen siendo las mismas. También las satisfacciones.

Asimismo, Naomí Watts y Robin Wright siguen siendo hermosas, tentadoras, y además son excelentes actrices, capaces de mostrarse a cara lavada en las escenas dramáticas. Y los partenaires son jóvenes de linda facha y escaso nivel actoral, detalle que seguramente las espectadoras pasarán por alto.

La historia se completa con un marido en retirada, un aspirante maduro que casi acierta en el secreto, dos chicas que podrían aportar unas tijeras para cortar los cordones, y un protagonista impresionante: el paisaje, de lindas casitas con vistas a un mar de playa blanca, solitaria, y aguas verdes transparentes, en la costa australiana. Así cualquiera se tienta.