Madres perfectas

Crítica de Néstor Burtone - Otros Cines

Las razones del corazón

Durante los últimos años, y gracias a películas como Cómo maté a mi padre (2001), Nathalie X (2004), Coco antes de Chanel (2009) o Mi peor pesadilla (2011), Anne Fontaine se ha convertido en uno de los pocos nombres del cine francés con apariciones medianamente regulares en la cartelera local. Ahora, la cineasta oriunda de Luxemburgo hizo las valijas para su debut angloparlante en la coproducción británico-australiana Madres perfectas. El resultado, esta vez, es apenas discreto.

El film -cuyo guión fue coescrito por Fontaine con el cotizado Christopher Hampton a partir de la provocativa novela The Grandmothers, de Doris Lessing- sigue a Lil y Roz, dos hermosas veteranas (ni más ni menos que Naomi Watts y Robin Wright) unidas por una amistad cultivada desde una niñez en común. Ahora, ambas comparten prácticamente toda la rutina. Sus hijos, además, tienen una relación perfecta entre ellos. Hasta que, de buenas a primeras, cada una se “enamora” del vástago de la otra.

El entrecomillado anterior debe leerse no como una nominación peyorativa, sino como la consecuencia directa de un film que pretende ser algo que finalmente nunca es. Porque aquí no hay un mínimo indicio (o sí, pero sólo uno y demasiado evidente) ni progresión dramática que le permitan al espectador (tratar de) entender el por qué de los distintos comportamientos, dando como resultado un film superficial, más preocupado por avanzar temporalmente antes que en la construcción de la profundidad psicológica de sus personajes.