Madres perfectas

Crítica de Lilian Lapelle - Cine & Medios

Microclima para cuatro

Roz (Robin Wright) y Lil (Naomi Watts) son amigas desde la infancia, muy unidas, viven en casas vecinas, trabajan juntas, y cuando no están trabajando pasan sus días en la playa o en los jardines de sus casas en un pueblito paradisíaco, en la soleada Australia. Con tanta amistad entre las chicas es lógico que sus hijos se hayan criado juntos, casi como hermanos, y que sean tan unidos como sus madres.
Lil es viuda y a Roz no le interesa mudarse con su marido cuando este consigue trabajo en Sidney, por lo que con el tiempo la pareja se separa. La única constante en sus vidas son ellos cuatro, sus cenas, sus charlas, ese equilibrio y ese microclima que han logrado en el que los cuatro son realmente plenos, y el afuera parece no existir. Todo parecería una especie de idílica familia ensamblada sino fuera porque cada una comienza un romance con el hijo de la otra, ambas historias empiezan con el atractivo de lo prohibido y algo de culpa, ambas relaciones se mantienen en secreto por un tiempo, pero luego las cosas se blanquean, los cuatro aceptan la situación, y parecen ser aun más felices que antes.
Basada en la obra de Doris Lessing titulada "The Grandmothers", el relato no se trata de una historia erótica sobre relaciones prohibidas, ni sobre mujeres cuarentonas que se liberan, sino del amor que se encuentra de formas no tradicionales, y que debe mantenerse en secreto en una especie de clandestinidad, cuando la vida íntima no parece compatible con el afuera, y es entonces que los protagonistas se debaten entre hacer lo correcto, lo esperable, o hacerle caso a sus pulsiones.
Ambas actrices están muy bien en sus roles, interpretan con naturalidad a madres cariñosas que se van a la cama con un chico de la edad de su hijo, y las relaciones son creíbles, logran que uno vea amor en esas parejas, no solo sensualidad.
La historia está narrada con simpleza, de forma intimista, pero por momentos demasiado contenida, sobre todo a partir de la mitad de la historia donde el relato pierde un poco de fuerza y cuando esperamos ver las consecuencias de esas relaciones complicadas, socialmente objetables, solo vemos dos mujeres a las que les preocupa más el abandono, que el resultado de sus acciones.