Madres perfectas

Crítica de Horacio Bilbao - Clarín

Sobre prejuicios culturales

Naomi Watts y Robin Wright son amigas desde la infancia, y se enamoran cada una del hijo de la otra.

“Son preciosos, parecen dioses jóvenes”, se dicen Lil y Roz mientras ven a sus hijos surfear en las paradisíacas playas australianas. Así comienza Madres perfectas, la película que la francófona Anne Fontaine rodó en inglés basada en la novela de Doris Lessing, ganadora del Nobel de Literatura. Lil (Naomi Watts) y Roz (Robin Wright) son amigas desde la infancia, y se enamoran cada una del hijo de la otra, que también son amigos. Una sinopsis simple para una trama compleja e interpeladora sobre el deseo, la amistad y la moral.

Juega con el límite de lo incestuoso, poniendo en jaque mandatos culturales a través de imágenes y sensaciones potentes. Una casa en la playa, un mundo hermético, pero a la vez libre y seductor como los personajes. La historia, fácilmente, podría caer en la moralina, o arrebatarse en su avance desenfrenado. No lo hace. Al contrario, va tejiendo con paciencia una trama que gana en tensión, erotismo e interrogantes universales. En una trabajada ambigüedad de sensaciones la historia obliga a la identificación con los protagonistas, a una discusión interna sobre los prejuicios culturales que supimos construir.

Hay matrimonios rotos y amistades perdurables. Amores que son fuego y no aceptan la racionalidad burguesa como límite. Hay desenfreno y una lucha propia del conflicto, un derrotero hacia un abismo que tal vez no sea tal. El deseo irrefrenable, la amistad, la juventud y la madurez, incluso la venganza latente de algunas escenas.

Lo fugaz y lo duradero, las transgresiones en familia y el despertar salvaje de la sexualidad sin límites, que siempre tendrá su precio. Si el amor es ciego, el deseo lo es más.

Un acierto de la directora fue visitar a Lessing para hablar de la novela. Allí, un año antes de su muerte, la escritora le contó el origen de esta historia cuyo libro tituló Las abuelas. Fue en un bar que se enteró de este affaire entre madres e hijos, una historia con un tinte despreocupadamente homosexual. Una experiencia que, según quien la cuente, puede ser el infierno o el paraíso. Ustedes verán, y dirán.