Madres perfectas

Crítica de Gabriela Avaltroni - Función Agotada

Tu vieja, es lo más grande que hay

“Vamos hacer respetables. Pilares de la comunidad de aquí en adelante“. Quién escuchara éstas palabras podría imaginarse que provienen de Cornelia, protagonista de La Kermesse Heroica (Jacques Feyder), una mujer con todas las letras que ante la cobardía de su esposo y todos los hombres de Flandes, decide tomar las riendas del pueblo y hacerle frente al devenir. Pero esto no es lo que sucede en Madres Perfectas (Adore).

Quién pronuncia esa frase, es Roz (Robin Wright) y lo hace ante la decisión de no acostarse más con el hijo de su mejor amiga porque su mejor amiga, Lil (Naomi Watts), no puede acostarse más con el hijo de Roz porque va a casar. Entonces, ellas, ahora, necesitan comportarse como señoras bien pero siempre cancheras, que disfrutan de esa vida de playa y vino tinto, y que en un corto plazo harán todo el esfuerzo por ser suegras y abuelas honradas. Por supuesto, intentarán construir esos pilares con la misma firmeza que un castillo de arena. Ese concepto no puede funcionar en el ámbito donde se desarrolla la película ya que se encuentra apartando por completo del espacio urbano.

Un paisaje perfecto para un guión equivocado.

Anne Fontaine, la misma directora que llevó adelante el proyecto Coco Antes de Chanel (Coco Avant Chanel), le invierte poco dramatismo a esta doble dupla de madre-hijo. Bastante bien se anima Naomi Watts y la resurgente Robin Wright a poner el cuerpo en esta película pero no son secundadas por los jóvenes actores en los roles de los hijos que solo barrenan muy bien las imponentes olas.

Además, el paso del tiempo no se hace notorio ni en los cuerpos de los actores y en sus actitudes. Ese espacio tan amplio y aislado donde se hallan los hogares de las protagonistas, se encuentra detenido temporalmente en esa geografía playera, en un eterno verano, de las costas australianas.