Madres perfectas

Crítica de Denise Pieniazek - Revista Ambar

Madres “perfectas”

Hoy se estrena en Argentina el film Madres Perfectas (Adore, 2013) cuyo escenario es una playa paradisiaca en Australia. En este ambiente placentero, tanto para los protagonistas como para nuestra visual, se desarrolla la historia de Madres Perfectas, la cual narra la extensa y resistente amistad entre dos mujeres y el peculiar vinculo que éstas generan con sus dos respectivos hijos. Esta película está basada en la novela “The grandmothers” (Las Abuelas) de Doris Lessing, y es el debut en inglés de la directora Anne Fontaine, conocida por ser co-guionista y directora de largometrajes como Coco antes de Chanel (2009), Chloe (2009), Nathalie…(2003) y Les histories d´amour finissent mal…en général (1993), entre otros. Este drama escapa a los convencionalismos sociales y a las actitudes moralmente esperadas, reflejando las necesidades pulsionales de estas dos amigas que se conocen desde la infancia y que comparten toda clase de secretos e incluso lo que más quieren: sus hijos.

Lil (Naomi Watts) y Roz (Robin Wright) en sus charlas entre amigas mencionan cómo sienten el paso del tiempo, sin embargo en la película están caracterizadas y representadas como dos señoras maduras en su esplendor, a quienes sin duda los años no las han cambiado físicamente, pero sí emocionalmente. Una de ellas es viuda y la otra está sumergida en un matrimonio monótono, a pesar de ello encontrarán la felicidad y un nuevo despertar de forma inesperada y provocativa. Tal es así que su sorpresiva conducta será para algunos reprobable y para otros trasladará la teoría freudiana del complejo de Edipo hacia otro estrato. Ambas familias son muy cercanas, incluso podrían conformar una sola familia. Estas madres modernas y libres conversan con sus hijos de sexo y drogas, e incluso beben alcohol con ellos, compartiendo intimidades de sus días de juventud. La narración nos presenta no sólo a estas dos madres bellas y vigorosas, sino también a sus hijos (Xavier Samuel, James Frechville), quienes son descriptos por las mismas en una de las primeras escenas como “jóvenes dioses griegos”.

El trabajo tanto formal -los encuadres y composición son de una belleza sublime- como narrativo de Anne Fontaine, junto con las interpretaciones de ambas actrices, reflejará al máximo el drama psicológico y las sensaciones que atraviesan a las protagonistas del film. La complejidad que expone esta historia en relaciones que pueden ser vistas como incestuosas o inapropiadas por algunos, para otros pueden establecer nuevos vínculos en donde los convencionalismos son dejados de lado, y el amor, la pasión y la felicidad son puestos en primer lugar sin importar las consecuencias y los prejuicios. En un mundo posmoderno donde son sobrevaloradas la belleza y la juventud, podría pensarse que si el film fuese un clásico del cine de terror veríamos a ellas como dos vampiresas que desean permanecer jóvenes a través de la sangre de sus hijos.

Toda la estructura narrativa de la película funciona con cierta circularidad: primero ellas dos de pequeñas, luego sus dos hijos de pequeños, luego sus dos nietas, siempre con la playa presente como escenario. No es casual que tal escenario sea de una naturaleza tan apasionadamente perfecta, ya que al igual que en el paraíso bíblico, el “pecado femenino” estará presente. Ellas mismas se enuncian como las “abuelas perfectas”, pero hay algo de ese orden de lo que se supone normal que no podrá establecerse, ni permanecer. En consecuencia, cuando pareciera que el orden está siendo restituido, es un nuevo orden el que se impondrá o el que esta vez sus hijos decidirán imponer, y donde -una vez más- será el mar quien guarde y sea testigo de todos los secretos.