Madres paralelas

Crítica de Marcelo Zapata - Ámbito Financiero

“Madres paralelas”, el nuevo film de Pedro Almodóvar que se estrena hoy en cines y en poco más subirá a Netflix, es un melodrama con un giro inesperado. Pero, a diferencia del lugar común, tan inesperado es ese giro que hasta parece sorprender al propio director, embarcado a esa altura en contar una película distinta de la que había empezado. Dicho de otra forma, además de dos madres paralelas aquí hay dos películas paralelas y el problema es que, como nos enseñó la geometría, las paralelas no se tocan.

Eso es una lástima porque esa primera película, el melodrama puro sobre dos mujeres que dan a luz el mismo día y que comparten la misma habitación en la clínica, prometía un desarrollo ejemplar, dramáticamente perfecto, y narrado de tal forma que el espectador hasta podía adivinar qué pensaba cada personaje en cada situación límite, que son muchas. Y lo que pensaban, y lo que confirmaba luego el argumento, solían ser cosas a veces horrorosas.

Tan cautivante es esa parte del film que es una pena revelar (o “spoilear”) su trama, como se viene haciendo en gran parte de la prensa desde que se estrenó el film en el Festival de Venecia del año pasado. Baste decir que Janis (Penélope Cruz), en el papel de una fotógrafa madura (en quien el espectador más adicto al cine puede ver a Bette Davis, Joan Crawford, Barbara Stanwyck o cualquiera de las grandes divas del melodrama clásico), tiene a su hija el mismo día que la adolescente Ana (Milena Smit) a la suya. Es el único vínculo, hasta ese momento, entre ambas, hasta que en un encuentro posterior y fortuito sabremos que una de las dos niñas ha muerto (aquí no se dirá cuál).

La desgarradora noticia genera, desde entonces, una relación diferente, profunda y compleja entre ambas mujeres, donde no falta el altruismo, pero tampoco las mezquindades. Y cuando Almodóvar tiene al espectador inmerso en la historia, da aquel vuelco inesperado del se habló antes. Aparece otra película: la historia del pasado de Janis, el de sus ancestros fusilados durante la Guerra Civil por el franquismo en un lejano pueblo, y cuyos cadáveres han sido localizados por el movimiento de la Memoria Histórica. Arturo (Israel Elejalde), padre de la criatura de Janis a la cual no desea tener ni quiere reconocer, se ocupará -en su condición de arqueólogo forense- de la exhumación.

¿Y qué ocurre con el melodrama de base, justo cuando se develaba su mayor secreto? El guión lo resuelve a los apurones, hasta con un happy end indigno del realizador de “Hable con ella”, para continuar con la segunda película. ¿Por qué no hizo dos en lugar de una paralela a la otra? “La historia oficial” era un drama coherente: la narración de la criatura apropiada ilegalmente estaba vinculada con el trasfondo político de forma directa. “Madres paralelas” carece por completo de esa coherencia. Es como si, a mitad de camino, Almodóvar se hubiera decidido por otra salida. Nada de esto opaca, sin embargo, a la impar Penélope Cruz.