¡Madre!

Crítica de Matías Lértora - Cines Argentinos

Que difícil escribir sobre Madre. Es una película demasiado compleja para analizar y ni hablar para puntuar. Así que pido por favor que no presten atención a la calificación que le di porque en este caso es decorativa.
A un film de estas características y complejidades no se le puede asignar un número, así que los invito a terminar de leer el presente texto en el cual intentaré -sin spoilers- brindar un panorama aproximado de lo que esta obra puede transmitir.
Sin duda alguna nos encontramos ante el trabajo más polémico de Darren Aronofsky (Requiem para un sueño, El Cisne Negro). No es su mejor película y tampoco es la peor. Sale por una tangente.
Madre es una experiencia en sí misma, y toda la controversia que se armó con la crítica y los espectadores cuando se estrenó en Estados Unidos acrecentó su corte diferencial.
Tal como dijo su creador: “Piden algo distinto, acá lo tienen. No entiendo las quejas”.
De repente nos encontramos espiando el matrimonio compuesto por Jennifer Lawrence y Javier Bardem, de quienes nunca escuchamos sus nombres al igual que los de ninguno de los personajes.
Él es un escritor que se encuentra dentro de un largo bloqueó creativo y ella lo acompaña mientras reconstruye y decora la enorme casa en la que viven y que nos enteramos que fue destrozada en un incendio en el pasado.
De por sí vemos actitudes y cosas raras en los protagonistas y en su entorno, pero todo se enrarece aún más cuando entran a escena los personajes de Ed Harris y Michelle Pfeiffer.
Las reacciones y actitudes de todos son inentendibles y alejadas de la realidad, y cuando creés que estás entendiendo lo que pasa, la historia pega un giro impresionante. Dos puntos de giro en realidad.
No puedo describirlos por razones obvias pero si captás la alegoría que intentó hacer Aronofsky vas a tomar la película de cierta manera y disfrutarla, pero si se te escapa va a ser imposible entrar en sintonía. Es un 50 y un 50 por ciento.
Vas a ver escenas grotescas (una demasiado), y presenciar mil metáforas. Todo es metalenguaje narrativo.
Algunos podrán comparar esta producción con la obra de David Lynch, y puede ser que haya algo de ello.
De la misma manera en la cual hay mucho homenaje a Alfred Hitchcock, en lo narrativo.
Me partió la cabeza la forma que el director eligió para contar la historia: salvo por un par de planos, todo se cuenta con plano medio que se abre y se cierra sobre Lawrence, y un contraplano con su subjetiva para que miremos lo que su personaje ve.
Una genialidad absoluta y muy bien utilizada en este caso porque nos desesperamos y nos asfixiamos con ella.
Madre me dejó pensando por horas, y creí haberla entendido pero me doy cuenta que no. Tiene varios niveles de lectura, tal vez demasiados.
Es un desafío tremendo no solo como espectador sino como ser pensante.
Te incomoda, te golpea, te sorprende, te irrita, te da bronca, la querés silbar y la querés aplaudir.
Madre es todo eso, y todo eso causó Aronofsky en mí y en muchísimas personas.
Vuelvo a repetirlo: ver esta película es una experiencia. Y entiendo si los deja knock out de maravillados o si se indignan y se levantan de la sala a los 40 minutos.
Ambas posturas son válidas y comprensibles.
Les recomiendo que se desafíen a sí mismos y que vayan a verla para discernir qué les ocurre. Es una gran oportunidad para experimentar algo diferente en una pantalla de cine y no da para dejarlo pasar