Madraza

Crítica de Marcos Guillén - Cuatro Bastardos

Madraza: Una caída que es liberación.
“Lo que todavía nos falta a las mujeres aprender es que nadie te da poder. Simplemente lo tienes que tomar tu“.

Roseanne Barr.

Es el primer trabajo que Hernán Aguilar, en largometraje, que encara. Apenas un par de cortos anteriores y sin embargo ha sabido construir un relato tan coherente como vertiginoso, una historia que habla de una caída que es liberación, dejando que la muerte sea el tránsito hacia algo más. En la primera escena, en la cocina de un hogar tan propio a nuestra idiosincrasia argentina, se encara el embrollo de entrada cuando Matilde, preparando el desayuno, de un manotazo y distraída mata una mosca. Toda ella es un estereotipo, todo ella es un tic de mujer hogareña, esa que se pierde en el orden para el otro y que hace que lo extraño emerja reventándolo todo.
Matilde es una ama de casa que queda viuda cuando un par de ladrones asesinan, ante sus ojos, a su marido, Carlos. Lejos de verse carcomida por el impacto de la media cama vacía y quedarse llorando enroscada entre las sábanas usadas, la protagonista de Madraza mata por accidente…
Accidente, como si la causalidad de esta mujer se midiera por eso, sin sospechar que siempre se ocultó esa fuerza en la quieta esposa de alguien. Porque aquí nada es casual, así lo iremos viendo a lo largo de la historia que nos relata Aguilar con una sorprendente mirada, y que Loren Acuña construye en Matilde con esos ademanes y matices que confunden, un bellísimo personaje que evoluciona a tropezones, empujada por las circunstancias. Lo que vemos es un cine de acción, un desmadre que crece al calor de un policial que recuerda a los personajes salidos de los filmes de Danny Boyle. No son personajes de superproducción, son ellos, casuales enfrentando la locura de una aventura que los supera pero no los derrota. Y no solo es la acción, es la propuesta que hace con el marco general, adentrándonos en el gris mundo de la policía, ladrones y esa endémica corrupción que lo devora todo.
Es Matilde la que muta a lo largo de la película, recreándose y asumiendo ese rol activo que saborea siendo ahora una fuerza que tiene la vida en sus manos, mostrado deliciosamente, una vez más, por la increíble performance que realiza Loren Acuña. Venganza, no solo por la pérdida personal, venganza por el sitio que tuvo que soportar como mujer, como Madraza de un comedor y testigo de la injusticia que el sistema, el hombre, cometen. Es de destacar el trabajo de ese triángulo de mujeres; con Acuña están Sofía Gala y Chunchuna Fillafañe. Ellas son como los estadios, las edades de la mujer y a la vez el disparador para libertar lo que son a pesar de lo que se espera que sean, además del alivio cómico que Matilde utiliza como motor impulsor. Es por ellas y para ellas, mujeres que encaran ese destino tanto impuesto como abrazado a un momento de su vida. Y nuestra protagonista está para reivindicarlas. Que un policía, destacado trabajo de Gustavo Garzón, se enamore de ella es como esa otra causalidad que hace picante la vida. Que se transforme y emerja esa mujer fatal que vemos es consecuencia de una historia narrada con brío, con algunos espasmos que pronto dejamos atrás.
En definitiva, una película que hace su suerte a base de una buena historia, personajes que se pegan a uno haciéndonos padecer y alegrarnos de sus devenires. Una historia solvente que por más policial, acción y comedia no deja de lado la realidad que bien conocemos y compartimos. Porque no duda en meterse en las villas y no por eso dejar una caricatura de los personajes, al contrario, es comprensiva, es auténtica, tanto como la ficción lo permite. Es el primer filme de Hernán Aguilar, que también escribe, y sin embargo lo lleva a cabo con un empaque codiciado.