Madam Baterflai

Crítica de Miguel Frías - Clarín

Elogio de la diversidad

Madam Baterflai, documental centrado en cuatro chicas travestis y una transexual, hace eje en la diversidad. Pero no sólo en la diversidad de género, sino en la de cada individuo. El principal acierto de este filme de Carina Sama es hacer foco en las personas que retrata, sacarlas de lo difuso, de lo (falsamente) homogéneo e incluso de lo pintoresco.

Madam... logra trascender los lugares comunes, los enunciados defensivos u ofensivos, y se hace fuerte al mostrar: la mejor forma de interpelar al espectador y sus prejuicios.

Las personas que protagonizan este filme son, entonces, tan variadas como las de cualquier otra orientación sexual, aunque las une, obvio, su lucha contra la intolerancia. Una de las chicas se muestra con sus padres comprensivos, otra con su marido y sus hijas trabajando en una granja, otra habla de su pasado como padre de familia, otra desliza sus prejuicios machistas (“Con las hormonas femeninas sentí que cambié todo. Ahora soy un desastre manejando”). Alguna hace una defensa de la prostitución: “Es una elección, una forma de conseguir plata, que no es fácil sino rápida”.

La película, que fue filmada en Mendoza, recorre distintos tópicos, algunos previsibles y otros no tanto (desde el pensamiento religioso hasta los modos cruentos de modificar los cuerpos), y en cierto punto da un giro dramático: una de las protagonistas se suicida dos semanas después de haber dado su testimonio. Ahí se abre una dimensión dolorosa, la de seres que padecen la dualidad entre cuerpo y deseo, como todos, pero que fueron y siguen siendo marginados (maltratados) por la mayoría.