Mad Max: Furia en el camino

Crítica de Ignacio Andrés Amarillo - El Litoral

Un viejo héroe involuntario

La pregunta en el origen podía ser la siguiente: ¿era posible que una saga como “Mad Max” sobreviviese al siglo XXI? Pensemos por un lado que el futuro postapocalíptico que se planteaba en 1979 le pegaba cerca a nuestro presente, y todavía estamos más o menos en la misma (aunque nos esforzamos en que el apocalipsis pase de una u otra manera). Por otro lado, la estética en la que se había adentrado durante los ‘80 era... ochentosa, entre la imaginería de cierto heavy metal, el glam tardío (recuerden a Tina Turner en “Más allá de la Cúpula del Trueno”) y ciertas ideas de artistas del cómic europeo como Les Humanoïdes Associés y su revista Métal Hurlant.

La historia del policía australiano (como Miller y Mel Gibson, que lo interpretaba entonces) que enloquecía tras el asesinato de su familia y se convertía en un “guerrero del camino” solitario en medio de guerras tribales, que seguía agregando fantasmas de los que no pudo salvar junto a sus seres queridos, se basaba en la guerra por los combustibles fósiles, un tópico de su tiempo. Hoy nos dicen (por ejemplo Naomi Klein en “Esto lo cambia todo”) que el problema no es su escasez, sino que duren lo suficiente para generar un apocalipsis por sí mismos, y que otras cosas (el agua potable, por ejemplo) faltarán antes. Por cierto, cómo se gasta combustible en medio de la falta, en una saga “fierrera” mucho antes de “Rápido y furioso”.

Por último, estaba el doble escollo de tener que reemplazar al Max Rockatansky por antonomasia, y por el otro, enganchar con la franquicia a una nueva generación que tiene poco vista la vieja trilogía.

La apuesta

Miller se preparó y tomó todos los recaudos posibles para salir airoso. Sí, la estética está, pero los recursos de Weta Workshop (la compañía de efectos especiales de Peter Jackson) se muestran ideales para reforzar el verosímil de vestuarios y situaciones de alto impacto (la persecución en la tormenta de arena, por ejemplo), junto a una cuidada fotografía (los filtros terrosos en las escenas diurnas y el look azulado de la batalla nocturna). Y la música de Junkie XL se aleja de las bandas sonoras de los ‘80.

Sin sacrificar a la nafta y las batallas de “fierros” tuneados, introdujo la fertilidad y el agua como dilemas a tratar en la parte más conceptual del filme (al solitario le toca idear una revolución de pocos, como todas las revoluciones).

También encontró en Tom Hardy alguien que se pueda hacer cargo del pirucho Max, en una versión más bestializada, de tanto andar solo como loco malo (que lo es), de pocas palabras, aunque se irá abriendo cuando encuentre en quién confiar. Hasta le encontró una vuelta argumental para (literalmente) hacerle “pelo y barba” y darle una imagen de héroe moderno; por las dudas, le pone un personaje potente como Furiosa en la piel de la siempre solvente Charlize Theron. Y finalmente, construyó una película que se puede ver perfectamente sin tener idea de quién es el personaje.

La trama

Aunque en realidad son dos películas en una, podríamos decir. La primera es la más física, con portentosas persecuciones y enfrentamientos, pero básicamente se trata de escapar hacia algún lugar seguro, o hacia la esperanza, o hacia la redención, según las perspectivas. El tramo final, sin embargo, incluye redefiniciones sobre el hogar, la idea de rebeldía para tomar control de los que administran los recursos vitales (Peter Joseph, el realizador de la serie “Zeitgeist”, estará contentísimo) y por ende el pasaje de la supervivencia a lo que podemos considerar el embrión de la acción política.

El solitario y enloquecido Max se ve capturado por los pálidos War Boys, que lo etiquetan como “dador universal de alto octanaje”, ya que necesitan sangre para prolongar su “vida media”. Este grupo está liderado por Immortan Joe, un anciano que se vende justamente como inmortal, líder de la Ciudadela, un lugar lleno de desarrapados que lo endiosan y a los que les mezquina el agua.

Joe manda a una de sus Imperatores (generales), Furiosa, a buscar combustible a Ciudad Gasolina, pero en realidad es la oportunidad de la guerrera de darle escape a las bonitas “hembras reproductoras” del cacique. Éste inicia la persecución, y el War Boy Nux se lleva a Max como si fuese una “bolsa de sangre” portátil. Así, el protagonista viajará contra su voluntad al teatro de la batalla, donde tendrá su oportunidad de ser un héroe contra su voluntad.

El elenco

Hardy quizás es demasiado carilindo, pero lo suficientemente firme para ponerse a Max al hombro. Theron, por el contrario, luce tan sólida como siempre y encima demuestra que aun rapada, roñosa y manca es esencialmente bonita. Nicholas Hoult sigue demostrando que es más que “Un gran chico” y forja un Nux entre pelotazo y querible. Del otro lado, Hugh Keays-Byrne como Immortan Joe encabeza un numeroso grupo de secundarios.

El grupo de las esposas es de lo más interesante: dueñas de la belleza que pide el papel, construyen personajes con espesor. Las ascendentes Zoë Kravitz y Rosie Huntington-Whiteley encabezan el equipo, junto a Riley Keough (la nieta de Elvis Presley), Abbey Lee y Courtney Eaton. Con ellas, Megan Gale y Melissa Jaffer encabezan el equipo de las Muchas Madres, determinante en el tramo final.

Los viejos fans y los nuevos espectadores pueden dormir sin frazada: el protector menos pensado cabalga los caminos, listo para salvar el día.